Sunday, July 02, 2006

Crónicas desde Niceto

¿Qué tienen en común el tango y la cumbia? Que, a priori, son géneros musicales que no me atraen del todo. ¿Cómo es posible entonces que mi banda favorita sea una cuya discografía se apoya principalmente en esos dos géneros? La respuesta sólo se puede entender escuchándolos: la juguetona personalidad de Los Cocineros los hace enteramente disfrutables sea cual sea el género que aborden (no sólo interpretan cumbia y tango, su abanico abarca rock, bolero, cuartetazo, ranchera y hasta música disco). Y lo que es mejor: verlos en vivo es una experiencia mucho más fascinante de lo que podríamos suponer si sólo escucháramos sus discos, una experiencia por la que todos deberíamos pasar no una sino varias veces.
Por eso, como estos muchachos son cordobeses, cada vez que pasan por Buenos Aires hay que aprovechar la ocasión. Así que el viernes a la noche me encaminé a Niceto (mítico antro porteño que, aunque parezca mentira, yo nunca había pisado) para verlos junto con una amiga prácticamente tan fanática de la banda como yo. Ella llegó más tarde, así que se perdió al grupo introductorio: Anatol Delmonte, considerados "los primos porteños" de Los Cocineros. Este grupo soporte (a quienes yo conocía de una presentación anterior en la que también habían precedido a Los Cocineros) logró cautivar al público con su mezcla de rock, pop y murga uruguaya y su buen dominio escénico, que resultaba humorístico en ocasiones, sobre todo cuando se ponían a dar sus ya clásicos saltitos. No puedo dar detalles sobre las canciones que tocaron, ya que no conozco los nombres, sólo reconocí los covers que hicieron de otros artistas: "Lo dedo negro" de Eduardo Mateo y una versión reggae de "I'm so tired" de los Beatles. Atrás mío había un adolescente borracho gritando todo el tiempo "¡¡¡Toquen 'El oso'!!!", como burlándose de un supuesto espíritu de fogón que en realidad no era lo que predominaba en ese momento. O quizás era un intento de chiste que sólo él entendía, ya que lo siguió gritando durante el show de Los Cocineros.
Al terminar la actuación de Anatol Delmonte pasaron unos minutos y Los Cocineros fueron llegando al escenario, cada uno empezando a tocar su instrumento a su turno. Para los que no los vieron nunca, la voz de su cantante principal tiene un timbre parecido al de Midnerely Acevedo (la cantante de Mimí Maura) y su amplitud de registro y potencia es increíble, pero lo mejor no es su capacidad de entonar sino cómo usa esa capacidad. Habiéndolos visto previamente tres veces, puedo decir que a medida que pasa el tiempo los tipos ganan en dominio escénico y pueden hacer literalmente el show que les venga en gana; si un día se les canta hacer un recital más relajado (o que alterne ritmos "festivos" con otros más "reposados", como hicieron en ocasiones anteriores cuando abrían con esa joya que es "Cariño bonito") lo podrán hacer perfectamente, ya que tienen una versatilidad que cualquiera les envidiaría, versatilidad que, sin embargo, se siente como algo totalmente natural cuando uno los tiene ahí adelante.
Justamente esa mezcla de estilos que caracteriza a sus grabaciones es lo que se potencia en vivo. Si en su segundo disco versionaban el tango "Fumando espero" en tiempo de cumbia y metían el tema de James Bond en acordeón como introducción a "Quizás, quizás, quizás", en vivo transforman a experiencias más rockeras las canciones ya transformadas en sus discos, haciendo que los lentazos "Amor de músico" y "Caminemos" se escuchen con un tempo totalmente diferente y bailable. De todos modos, el que no quiere bailar sino solamente disfrutar de buena música también podrá apreciar un show de estos muchachos, ya que son musicalmente grandiosos sin hacer un exhibicionismo vacío. Además, el aspecto "showmanístico" está garantizado, sobre todo en lo que respecta al humor (en ese sentido el bajista es todo un personaje).
Mientras mi amiga (que llegó durante la cuarta canción) se bailaba todo, yo mantuve un perfil más bajo entre la gente más alejada del escenario, pero aún así no pude evitar tener una sonrisa permanente de oreja a oreja y corear todas las letras que sabía. Así se fueron sucediendo sus deliciosas versiones de "Mami" de Chico Novarro (en la que intercalan muy inteligentemente fragmentos de la Marcha Nupcial), "¿Qué hago en Manila?" de Virus, el clásico mexicano "Tengo una muñeca", la potente canción italiana "Io cerco la Titina" (donde la voz de la cantante Maru Santocho alcanza su máxima expresión) y hasta "Ella… ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora" de Leonardo Favio, en la que los integrantes de la banda se iban intercalando los versos de la canción. Más allá de estos covers (y los ya mencionados "Caminemos", "Fumando espero" y "Amor de músico"), hay que decir que, a medida que la banda evoluciona, aumenta la proporción de temas propios en su repertorio. En esta ocasión se escucharon ¡siete! canciones inéditas pertenecientes a su próximo disco, todavía no grabado, en las que se pudo observar su cada vez más notoria capacidad de abarcar géneros musicales, volcándose en este caso al más estridente rock de guitarras y hasta a la música disco. Además, por supuesto, no faltaron otros temas propios que ya son hits de Los Cocineros. En "No te creo" (una de esas canciones cuyos estribillos se pueden convertir en clásicos) siguen contrabandeando el riff de guitarra de "Seven nation army" de los White Stripes. A "El tornado" le agregaron una grandiosa introducción percusiva, mientras que en "Flores y sandías" hicieron una inevitable alusión a la eliminación de Argentina del mundial: el último verso de la estrofa "No dejes que te detengan/ ni los vientos ni los mares/ ni la risa de los otros/ no te pierdas en los bares" se transformó en "ni los fucking alemanes". Por suerte, tampoco faltó "Ranchera del té" (otra joya, que empieza sonando típicamente mexicana, en el medio mezcla "Quiérote" con "Quiero té" y termina con los integrantes entonando el "papapapara" de "El barbero de Sevilla") y también incluyeron esa oda al alcohol llamada "Mercurio", posiblemente mi favorita, sobre todo porque le da la posibilidad de lucirse a la irresistible guitarrista, trompetista y corista Sol Pereira. La noche terminó con "El arte culinario de amarte", que puede considerarse el "himno" de Los Cocineros (nadie puede contra la frase "Deshojando una cebolla descubrí una gran verdad: no sos el único motivo que me puede hacer llorar").
Eso de que "la noche terminó" es un decir: la mayoría de la gente se quedó en Niceto, mientras que mi amiga y yo nos fuimos a hablar de bueyes perdidos, felices de haber podido ver a la banda una vez más. Para la próxima, ya saben: cita ineludible.

6 comments:

Mundo del Cinismo said...

Ohhhhh, nooooooo... tendría que haber ido, entonces. En fin. Una vez, en mi sitio, en un post sobre mujeres con las que te casarías, un anónimo puso Sol Pereira (?). Ahora sé quién es y quién era el anónimo.

Anonymous said...

Es una gran crónica para una gran banda!

(Y Sol Pereira es una buena mujer para casarse!)

Anonymous said...

Muchas gracias, Ana, todavía no entiendo cómo somos los únicos que tenemos a Los Cocineros en "música favorita".
Y sí, Sol Pereira es... Sol Pereira.

Anonymous said...

Hola, asi que Sol terita? que pena, se merece un buen harem por genia
Aguanten los cocineros que ya somos varios que los tenemos como favoritos

Anonymous said...
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揚州炒飯Penny said...
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