Wednesday, December 13, 2006

Crónicas desde el Correo Central: Pablo Dacal en vivo

“Estudio Abierto” fue la muestra interdisciplinaria (o multiartística, o como lo quieran llamar) que tuvo lugar en el Correo Central entre las últimas semanas de noviembre y los primeros días de diciembre. La mayoría de las instalaciones no me interesaron mucho: quizás estoy demasiado viejo para el arte moderno. Me gusta que exista pero en general no llego a disfrutarlo. Lo que sí me interesó de esta muestra fueron sus recitales gratis, que tuvieron lugar en el estacionamiento del Correo. Me perdí la mayoría, pero pude ir la tarde/noche en que tocó Pablo Dacal, que es de quien se ocupa esta reseña.
Lamentablemente no tocó acompañado por la Orquesta de Salón, sólo estaba uno de sus integrantes, un violonchelista con quien comenzó el recital interpretando “Todo o nada”, canción romántica en el buen sentido de esa bastardeada palabra. Lo que siguió fue un sorpresivo cover de “La bestia pop” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (tema cuya melodía, sospechosamente parecida a la de “Lawrence de Arabia”, se adapta perfectamente al sonido de un violonchello, como ya quedó demostrado con la versión de los uruguayos El Club de Tobi). Siguiendo con los covers, Pablo Dacal se mandó con una tal “Mandolín”, gran canción del fallecido uruguayo Gustavo Pena alias “El Príncipe”, a quien yo no conocía pero desde ese momento intenté encontrar en los rincones de la web.
Luego, Dacal dijo algo así como “Ahora interpretaremosCariló, una canción que hacemos todos los veranos desde hace 18 años... y espero que sigamos haciendo.” Qué precisión, ¿no? Acordarse del año exacto de la década del 80 en que uno escribió una canción. Claro, al escuchar el tema entendí, ya que era una versión en castellano de “Kokomo” de los Beach Boys, canción que se estrenó en el film “Cocktail”, justamente en 1988, hace 18 años. Y la traducción era genial, ya que no respetaba la letra del original pero sí su espíritu, y al mismo tiempo se adaptaba al espíritu “Pablo Dacal”.
Despúes vino el último cover de la noche: otra versión en castellano, nada menos que de “River” de Joni Mitchell, cosa que me llegó al alma, porque ¿cuántos de los presentes conocían esa canción? Pocos, creo; lamentablemente, Joni Mitchell no es tan conocida entre los argentinos, al menos en la actualidad. Al terminar ese tema, el violonchelista se despidió y dejó a Dacal solo en el escenario con su guitarra para hacer su grandiosa, clásica y moderna “Chico americano”. Luego, dijo “La que se viene ahora es larga”. Efectivamente, se mandó con una maratónica (pero graciosa y nunca aburrida) “Balada del alto”, un tema inédito (hasta donde tengo noticias) que esperemos que incluya en su próximo álbum. Finalmente, pidió a los sonidistas que le subieran el volumen, ya que ahora tocaría una última canción “en un tono considerablemente más bajo”. Pero en seguida se arrepintió, dijo “No. Voy a hacer algo que no me dejaron” y se bajó del escenario con su guitarra para acercarse al público y hacer la hermosa “La era del sonido” a capella... lo cual significaba que el público alejado no escuchaba nada. Yo no me puedo quejar, porque estaba adelante de todo y escuchaba perfecto.
A continuación, Dacal se sentó entre el público para ver un videoclip que proyectarían en la pantalla grande, el de su canción “Amor es un monstruo”. Gran video, filmado en un departamento en una sola toma, con cuchileros y bailarinas de ballet incluidas. Y gran canción, que se conecta con el primer tema del recital por lo que dije antes: son canciones de amor en el buen sentido de la expresión, canciones que no son nada tontas ni “radiales” y que, además de poder clasificarse como románticas, muestran una concepción del mundo y de la música que comparto a pleno. Fin del recital, y seguía Lisandro Aristimuño, pero yo me fui porque estaba muy cansado y ya había visto lo que pretendía: Pablo Dacal, música de todos los lugares, idiomas y epócas al mismo tiempo, humor y amor pasional. Ya saben: llega la era del sonido, y la recomiendo... Salut!

Tuesday, November 07, 2006

Crónicas del Festival BUE: Patti Smith en Argentina

Después de 30 años de espera, el viernes 3 de noviembre en el Club Ciudad de Buenos Aires se produjo el encuentro entre el público argentino y una de las artistas vivas más míticas de la historia del rock. Pero vayamos por partes, o, mejor dicho, por orden.
Por suerte, a la salida del trabajo alcancé rápido un colectivo que me dejó en las inmediaciones del lugar, y llegué a tiempo para ver a las 18:15 el primer número de la tarde, una banda platense que poco a poco va teniendo más proyección y seguidores: Él Mató A Un Policía Motorizado. Nunca los había escuchado, y la sorpresa fue agradable, ya que su rock bien potente pero con sentimiento lograba atrapar al público a pesar de que casi no se le entendía la dicción al cantante (quien, por suerte, no mantiene ninguna pose pretendidamente carismática y falsa). El primer tema (“Chica rutera”, si no me equivoco) fue un fabuloso despliegue de fuerza guitarrera y sensibilidad rockera. El resto de su show siguió en esa línea, aunque nada podía superar ese comienzo. Este recital tuvo lugar en una carpa, el escenario “tent”, así que apenas terminó salí al escenario principal, el que estaba al aire libre, para ver a las 18:50 a los marplatenses Dios Los Cría. Su rock resultaba más tradicional y más para estadios, para “gran público”, pero me atrajo menos. Así que volví a la carpa para ver a las 19:15 a Interama, que, en mi escala de apreciaciones, fue mejor que el segundo grupo pero no tan bueno como el primero. Hay que decir que la disposición de los escenarios era pésima: si alguien estaba tocando en el escenario principal al aire libre, esa música también se escuchaba adentro de la carpa, así que el grupo del escenario “tent” prácticamente tenía que esperar a que dejen de tocar los del escenario grande para ser oídos. Nada más puedo decir de estas primeras bandas: no las conocía de antemano y no retuve el nombre de ninguna canción. Además, con lo que vino después, el recuerdo de estas primeras horas se volvería difuso.
Dejé definitivamente la carpa para posicionarme bien adelante en el campo frente al escenario principal, ya que había oído que el grupo yanqui Elefant (que tocaría ahí a las 20) era una banda interesante, y además quería estar lo más cerca posible del escenario para el show siguiente. El cantante de Elefant se valió del dato anecdótico de ser hijo de cordobeses para desplegar una insoportable demagogia, pateando pelotas al público (uy, patea pelotas, sabe que nos encanta el fútbol!!!), tirando remeras autografiadas a la gente (una voló cerca mío y casi la agarro, aunque dudo del valor que habría tenido esa prenda para mí) y haciendo subir al escenario a cinco chicas del público para que coreen el estribillo de un tema. Cerca mío estaba Coca (la cantante de la banda argentina The Calefons, aunque yo no lo sabía en ese momento). Le dije que lo que harían estas muchachas no se compararía con “Me gusta el tenis” (la ridícula/genial canción que ella había subido a cantar al escenario en el recital de Devendra Banhart dos días antes) y ella agradeció la alusión riendo. Volviendo a la apreciación musical de Elefant: la voz del cantante se escuchaba poco, él no ponía fuerza, cada tanto se quedaba mirando fijo al público para generar histeria femenina pero sin ningún verdadero asidero artístico que la justificase y, para colmo, en un momento de una canción hizo callar al público con un “Shhh” que volvió locas a las mujeres y que generó una expectativa que no se vio satisfecha musicalmente, ya que luego la canción siguió como si nada, sin ningún tipo de explosión particular. Conclusión: 1- la banda no tiene nada de especial; 2- el cantante ni siquiera tiene la presencia de alguien como Robbie Williams, que tampoco me cae muy bien musicalmente pero al menos despliega algo de fuerza y carisma en un recital. Este Diego García tiene miles de fans sólo porque es mínimamente pintón y está arriba de un escenario. Ése es mi juicio actual; si en algún momento escucho algo bueno o movilizante de esta banda cambiaré de opinión.
A continuación, una media hora de espera para ver a Patti Smith, la Poetisa del Rock, la Diosa de las Diosas, la Chamana Hambrienta, la Reina del Escenario, la Sabiduría Hecha Música, una sesentona que es al mismo tiempo una punk que parece hippie y una hippie que parece punk. No sé si queda claro que cuando la vi aparecer en el escenario a las 21:45 tuve una epifanía artístico-mítico-musical sólo comparable a la que sentí cuando vi a U2 en 1998 y a Neil Young en 2001, otros dos artistas a los que también esperaba con ansias y nunca habría imaginado que vería a pocos metros, sin mediación de pantallas de ningún tipo. Bueno, volviendo a Patti Smith, esta joven de 59 años se presentó con un poncho y un sombrero cuasi-IndianaJonesco, agarró una guitarra acústica y empezó los acordes de algo que sonaba como “Beneath the southern cross”, un apacible y hermoso tema de su álbum “Gone again”, con el que volvió a la música en 1996 después de varios años de ausencia. Pero ¿era posible que fuese esa canción, justo uno de los primeros temas suyos que conocí, un no-hit que parecía un regalo para mí? “Oh… to be” cantó ella, y se confirmó que era esa canción nomás. El precio de la entrada ya se había recuperado con creces, pero, por supuesto, todavía faltaba que Patti desplegase toda la fuerza escénica que la hizo famosa. En efecto, al terminar la canción se sacó el sombrero y el poncho y quedó vestida con una camisa blanca con flecos y un saco negro, es decir, la misma indumentaria con la que apareció en la portada de su revolucionario disco debut, “Horses”, hace aproximadamente 30 años. Y la canción que sonó era de ese álbum, el cuasi-reggae “Redondo Beach”, el primero de los hiperclásicos de la noche. La banda era austera (un guitarrista, un bajista y un baterista, y cada tanto algún toque de piano) pero sonaba fabulosamente bien. Y el público deliraba, pero la verdadera potencia se encendió con “Free money” y su irresistible crescendo. Ése fue EL pogo del año, un pogo verdaderamente pleno y feliz. Y, como si no fuera suficiente, lo siguiente que se oyó fue un riff de guitarra que la hinchada argentina conoce bien: el de “Gimme shelter” de los Rolling Stones. “War, children, it’s just a shot away” cantaba Patti, como si los Stones hubiesen escrito la canción para ella.
A continuación, el piano dio comienzo a “Pissing in a river”, y, otra vez, yo no podía creer que ella estuviese tocando todos temas que conozco, cuando podía haber hecho un concierto entero con cosas desconocidas por mí. En el medio del tema, Patti abrió los brazos y el clima pareció obedecer a sus intenciones, porque instantáneamente una ráfaga de viento desplegó su cabellera y tensó sus ropas, formando una silueta mítica que, si la planeaba, no le salía. Luego vendría uno de los pocos hits de su repertorio: “Because the night”, coescrita con Bruce Springsteen, uno de los temas más coreados de esa tarde-noche y un ejemplo de cómo una canción puede ser bien romántica y poderosamente rockera al mismo tiempo. El recital siguió con “Rock and roll nigger”, otro clásico de su repertorio. La Poetisa del Punk no sólo cantaba y tocaba la guitarra, también daba vueltas bailando con una felicidad evidente al ver que el público disfrutaba.
Después vino “Peaceable kingdom”, tema lento dedicado a su fallecido esposo, el también músico Fred “Sonic” Smith. Fue la única canción que tocó de su último álbum, y por mí podría no haberla tocado, así en su lugar podríamos haber escuchado un verdadero clásico moderno como “Summer cannibals”. Pero no me puedo quejar, sobre todo cuando, al terminar el tema, quedó enfrente del sector donde estaba yo. Lentamente, se llevó la mano al corazón un tanto conmovida por los gritos de admiración del público (algún desaforado gritó “We love you!”, pero no me miren a mí). A continuación se agachó y empezó a gatear sobre el escenario, para luego levantarse y mandarse con “People have the power”, durante la cual vino la obvia diatriba anti-Bush y el “mensaje para el público”: “Ustedes no deben trabajar para el gobierno y la Iglesia. ¡Ellos deben trabajar para ustedes!”. Suena muy hippie, pero si estaban ahí no les parecía tonto, sobre todo por la fuerza de la música. Al terminar la canción, Patti rompió una a una las cuerdas de su guitarra, lo cual fue catártico y mítico pero también despertó la tristeza de saber que el concierto estaba llegando a su fin. Efectivamente, lo siguiente que se escuchó fueron las primeras palabras del primer tema de su primer álbum: “Jesus died for somebody’s sins but not mine”, o sea, la particular reescritura que ella hizo del “Gloria” de Van Morrison & Them!. Por si hay gente que no conoce a Patti Smith ni a Van Morrison, aclaro que este “Gloria” no es el tema disco popularizado por Gloria Gaynor, sino un rock más oscuro y potente que solían hacer también los Doors. Y con ésa, su canción más mítica, cerró el show, un recital que todos los presentes recordarían siempre.
Este concierto había durado sólo una hora, así que todos gritábamos para que volviese Patti al escenario, pero nuestra ilusión desapareció cuando los plomos empezaron a desmontar los instrumentos. Hubo abucheos generalizados a estos tipos que, pobres, sólo cumplen su trabajo, pero los abucheos se convirtieron en aplausos cuando trajeron la bandeja de DJ que usarían los Beastie Boys, que era el número siguiente. Tan rápido se olvidan de la señora Smith... Faltaba una hora para ese siguiente recital, pero el tiempo pasó increíblemente rápido. A las 23:45 hizo su aparición un corpulento y elegantemente trajeado DJ que forma parte actual de la banda, y durante unos minutos refutó la hipotética idea de que un DJ no es un artista. Era interesante verlo poner, sacar y mover discos para generar esos sonidos típicamente hip hop. Y en seguida salieron al escenario los Beastie Boys (es decir, un clon de Ben Stiller, un clon de Juan Di Natale y un tercer integrante al que no le pude encontrar un parecido con nadie para completar este paralelismo). Hablaron, rapearon, hip-hopearon y el público saltó como nunca. Yo suponía que eso iba a pasar y, antes de que me hiciesen pelota en un recital por el que no me interesaba morir, me fui alejando del escenario hasta llegar a un lugar más calmo entre el público. Y no puedo describir canciones, porque no las conozco ni las sabría diferenciar. El género no me gusta tanto, pero admito que son buenos en lo que hacen y generan diversión, no sólo con sus intrincadas letras, sino con los diálogos entre canción y canción (diálogos entre ellos y con el público). Lo más interesante vino al final, cuando los tres miembros principales se calzaron instrumentos (guitarra, bajo y batería) para mandarse un par de clásicos de su repertorio como si fuesen una verdadera banda de rock y no sólo tipos que rapean sobre bases que pasa el DJ, como había sido el recital hasta ese momento (aunque, repito, esa parte también había estado buena más allá de mis preferencias).
Y así terminó su show, una hora y cuarto de potencia, pero potencia entendida en un sentido distinto que el del recital de Patti Smith. Qué quieren que les diga: me sigo quedando con ella. Tuvimos entre nosotros a una leyenda del rock que demostró ser tan vigente e intensa como en sus comienzos, pero con una sabiduría que uno podía ver en cada una de las arrugas de su cara. My sins, my own, they belong to me…

Crónicas del Personal Fest: Devendra Banhart en Argentina

Miércoles 1° de noviembre: el niño mimado del folk-rock independiente, Devendra Banhart, tocaba por primera vez en Argentina, pero en un ambiente algo extraño para él: la disco Crobar, un lugar más “cool” que hippie, y a 100 pesos la entrada. Pero bueno, el que lo conoce sabe que no puede dejar pasar la oportunidad y debe resignarse, desembolsar esa cantidad y dirigirse a ese ambiente poco idílico, como hice yo. A las 19:40, mientras hacía la cola para entrar, Devendra salió de la disco y se metió en una camioneta. “¿Adónde vas, Devendra?” le preguntaron unos fans. “Me voy a bailar” respondió chistoso y se fue. Evidentemente, el show no empezaría a las 20 hs, como estaba previsto.
Adentro me encontré con un amigo (llamémosle “Mr. Cínico” para resguardar su privacidad) tan melómano como yo, pero la diferencia de clases nos separaba: él estaba en el sector VIP, con silloncitos, sándwiches, bocadillos y bebida gratis, pues había sido invitado por una amiga que tenía algún parentesco con alguien de la empresa organizadora, mientras que yo estaba “abajo”, en la parte de los que habían pagado. Pero fue mejor, porque me encontré con una conocida muy buena onda (llamémosla “Melanie”), quien a su vez se encontró con un conocido suyo que también era muy buena onda (llamémosle “Fan N° 1 de Devendra”), y entre los tres hicimos el aguante hasta que empezara el show. Aprovechamos para acercarnos lo más posible al escenario, mientras entre el público se corría la voz de que después del recital Devendra se iría a tocar a Niceto. Finalmente, a las 22:10 subió el Artista con sus músicos y empezaron a tocar una zamba que, según dijo, acababan de componer. A continuación vino el obligado saludo, que incluyó unas graciosas disculpas (todo en español, porque el tipo vivió en Venezuela): “Nos encanta estar acá, en Argentina, pero la verdad que el lugar... no tenía idea de dónde iba a tocar...”. El público le confirmó sus impresiones gritando “¡El lugar apesta!”, así que Devendra siguió en su plan captatio benevolentia: “Si la pifiamos, dennos otra oportunidad para cuando volvamos y ahí sí, tocaremos aunque sea en un árbol”. Aplausos, por supuesto. Al principio, el sonido se escuchaba un poco bajo (no para mí, que estaba prácticamente adelante de todo), pero alguién del público rugió “¡Volumen!” y el propio Devendra se agachó a subir las perillas de sus equipos.
A continuación, el tipo desplegó sus bellas melodías con letras minimalistas, como la de la sugestiva “Heard somebody say” (“It’s simple... we don’t want to kill”) y mi favorita, “Hey mama wolf”, que culminó, como corresponde, con el tipo aullando. “That’s a wolf!” aclaró, por si hacía falta. También interpretó varios temas de Vetiver (la banda paralela que mantiene con alguno de los músicos con los que vino), como “You may be blue”, “Los pájaros del río” y “Find shelter”, algunos de los cuales los cantaron otros miembros de la banda. Y tampoco faltó, por suerte, el gran “This beard is for Siobhan”, con su estribillo que repite “A real good time, good time, good time...” y que logra, justamente, hacer pasar un GRAN momento al público. Como en todo el recital, bah.
Estando la disco debajo de las vías del tren, cada tanto se escuchaban pasar los vagones, pero para mí ese ruido no desentonaba para nada con el feeling del momento. Entretanto, la comunicación con el público seguía: “¿Cómo dicen en español “pain in the ass”? Algo con los huevos, ¿no?”. El público le respondió “¡Dolor de huevos!”, pero él no entendía: “¿Montón de huevos? ¿Olor de huevos? No, gracias…”. La interacción era siempre en castellano (idioma que maneja por haber vivido en Venezuela), salvo cuando viró al inglés para no quedar tan guarango al decir que el símbolo del Personal Fest “looks just like a dick”.
Volviendo a la crónica musical, otros temas interpretados durante la noche fueron “Little yellow spider”, “Long-haired child”, “Bluebird” y la gran “I feel just like a child”. La banda parecía desempeñarse con toda la onda y pericia de los Grateful Dead, The Band o cualquier grupo de ese estilo de fines de los 60s y comienzos de los 70s. Lo más curioso vino cuando el tipo preguntó si alguien del público escribía sus propias canciones para ofrecerle subir al escenario a cantarla (parece que suele hacer este extraño ofrecimiento en todos sus recitales). La privilegiada fue una tal Coca, que después me enteré que forma parte de la banda argentina “The Calefons” (Las Cálefon, para los amigos), y el tema de esa banda que cantó, acompañada por Devendra en guitarra, fue “Tenista” (que todos los presentes que no conocíamos a las Calefons recordaremos simplemente como “Me gusta el tenis”, ya que eso es lo que decía el 80% de la letra). Digamos que esta muchacha me hizo sentir un 10% de vergüenza ajena y un 90% de admiración, y esas sensaciones encontradas también las generó en el resto del público. Devendra dijo que era la mejor canción que había oído de alguien del público en esta gira.
En el medio del recital se abrió una parte del techo del local, lo cual generaba una rara sensación de tener el cielo sobre nuestras cabezas a pesar de estar en un lugar cerrado. Mientras, Devendra seguía bromeando: “¿Sabían que aquí hizo su debut como cantante Atahualpa Yupanqui? Y el lugar no ha cambiado nada desde entonces…” Sí, el tipo es fan de Yupanqui y de otros del folklore argentino, de hecho también dijo “Gracias por haber venido aquí cuando podrían estar en el Colón escuchando a Mercedes Sosa… Si nosotros no estuviéramos tocando ahora, estaríamos allí también.”
Finalmente, a la hora y 10 minutos de haber comenzado el recital, el visitante ilustre dijo que iba a tocar un par de temas más y luego iba a tomar unas cervezas con el público argentino, así que cerraron con un cover de Caetano Veloso (que, si no me equivoco, es “Lost in the paradise”) y otro tema que no me acuerdo, y fin del show. El “Fan N° 1 de Devendra” se acercó a Juana Molina, que andaba por ahí, para ver si ella (amiga de Devendra) lo hacía entrar al camarín para poder darle una mochila con discos de vinilo de Atahualpa Yupanqui, Almendra y Pescado Rabioso que le quería obsequiar (ya que había leído que el tipo quería conseguir música de Yupanqui y rock nacional en su paso por Argentina). Mientras, intercambié números de teléfono con Melanie para avisarnos mutuamente de cualquier novedad del próximo show de Niceto y me reencontré con Mr. Cínico, quien me confirmó que el show sería gratis y sólo para las primeras 250 personas que llegasen. Así que él, su amiga y yo volamos al lugar, mientras yo le comunicaba la noticia por mensajito a Melanie y “Fan N° 1 de Devendra”.
Llegamos entre los primeros a Niceto, y después llegaron ellos dos. El lugar habilitado era un galponcito realmente chiquito, que no tenía escenario: los músicos tocarían a la misma altura que el público, con una soga por separación, o sea que si de atrás empujaban mucho nos caeríamos encima de Devendra. La espera fue “amenizada” por Los Palos Borrachos (banda paralela del cantante de Los Álamos), cuyo repertorio no me interesó tanto, excepto una última canción que interpretaron como si fuese un clásico irlandés de esos que se cantan con voz de borracho. Mientras tocaba la banda, Devendra se asomó y se infiltró entre el público como uno más.
Finalmente, luego de que el público se decidiese a sentarse en el piso para que los de atrás pudiesen ver, Devendra y los suyos tomaron los instrumentos que les dejó la banda argentina y tocaron lo que se les ocurrió, más bien una zapada de 25 minutos con sonido deficiente que un verdadero recital. Pero valió la pena por ese sentimiento de inmediatez y, justamente, de improvisación, cuando todos los shows hoy en día están bastante calculados. Amagó el comienzo de “Santa María Da Feira” pero no la cantó, pero por suerte sí interpretó algunas canciones que habían faltado en Crobar, como “The body breaks” y la hermosa y ya mítica “At the hop”. Cerraron con “Oh papa” mezclada con un cover de Lauren Hyll y uno de Charles Manson (y otra aclaración innecesaria: “No estamos de acuerdo con él, sino que nos gusta su música”). Y se despidieron instando al público a que se quedase a escuchar a los argentinos Banda Jamón Crudo, pero por supuesto que a esa hora muchos no aguantábamos más el entumecimiento muscular de haber estado hora y media sentados en el piso con las piernas flexionadas en posiciones imposibles, así que mis conocidos y yo nos levantamos y nos fuimos, como muchos otros (salvo “Fan N° 1 de Devendra”, quien, por supuesto, intentaría otro contacto con Devendra).
“¿El show del año?” le pregunté a Mr. Cínico. “Sí, no creo que venga nadie más de importancia en las semanas que quedan” me respondió. Sin embargo, faltaban dos días para el verdadero show del año… lo cual no quita, por supuesto, todo el placer vivido en los recitales dados por este tipo con voz de marciano bonachón, mezcla de Jim Morrison, Iggy Pop, Robbie Robertson y Caetano Veloso.

Monday, November 06, 2006

¡¡¡Andá a escuchar "Horses"!!!

Comentario oído entre el público del Club Ciudad de Buenos Aires el viernes 3 de noviembre, luego de que Patti Smith hubiese terminado su recital y mientras la gente esperaba la llegada de los Beastie Boys:

-Sí, loco, te llamo ahora que no hay nadie tocando, así después apago el celu... Sí, estoy esperando que vengan los Beastie Boys... Acaba de tocar una minita que no sé qué onda.

¿¿¿UNA MINITA QUE NO SÉ QUÉ ONDA???

Friday, October 13, 2006

Los Mojitos, Los Cocineros y Los Amados: crónicas tardías de un show primaveral (y lo de tardías fue porque no me anduvo la compu por varios días)

Sábado 23 de septiembre. La primavera había comenzado dos días antes, y la celebración del Centro Cultural Recoleta involucraba un DJ que pasaba música ad hoc y tres minirrecitales de bandas caracterizadas por un estilo de música “a la antigua”: boleros y otros ritmos afines a décadas pasadas. Lamentablemente llegué a tiempo para ver sólo dos canciones del primer grupo, Los Mojitos, unos muchachotes vestidos de traje que hicieron “Voy a perder la cabeza por tu amor” (que, si no me equivoco, es del Puma Rodríguez, pero se repopularizó por la versión que hizo Calamaro en su álbum de covers “El cantante”). El show de esta banda terminó con un tema que no conozco, por lo que no sé si es original de ellos o es un cover. Ahí nomás se acercó un ballet que esgrimió sus dotes al ritmo de “Rock around the clock” y otros clásicos bailables, instando al público a que se acerque y se mueva con ellos. Pero lo que la mayoría estábamos esperando era ver a la banda siguiente: Los Cocineros, esos cordobeses que le ponen encanto a todo lo que tocan, ya sea bolero, tango, cumbia, rock, disco, ranchera o cuartetazo. En la espera me crucé con el bajista y le pregunté si era su último show en Buenos Aires antes de volverse para Córdoba. Lamentablemente, me confirmó que sí.
Cuando Los Cocineros finalmente salieron al escenario, el público se agolpó frente a ellos y se dispuso a presenciar unos 45-50 minutos de pura magia (aunque lamentablemente el espacio abierto no favorece una digna apreciación de la manera en que combinan su perfecta instrumentación con la impresionante performance vocal de su cantante). Empezaron con “Tengo una muñeca”, digno comienzo para un show primaveral, y siguieron con “Qué hago en Manila” de Virus, un tema que todo el mundo conocía y que era infaltable para ese sábado complaciente. A continuación llegó la italiana “Io cerco la Titina”, donde, una vez más, la cantante Mara Santucho mostró el impresionante alcance de su voz. Habiéndolos visto previamente cuatro veces, puedo decir que la novedad que noté en este recital es la manera en que ella utiliza cada vez más la gestualidad al interpretar el repertorio. Después se despacharon con “Eres”, una agradable cumbiecita de Rey Pelusa (alguien conocido en Córdoba, parece). Luego vino “Caminemos”, un hiperclásico que en sus discos versionaban como tango pero ahora suelen interpretar como algo bien bailable. Continuaron con el primer tema original de ellos que tocaron esa tarde-noche: “No te creo”, en cuyo final siguen adjuntando el poderoso riff de guitarra de “Seven nation army” de los White Stripes. Para culminar el recital guardaron su original “Ranchera del té” y le pidieron al público que hiciese un trencito. Entre gritos a lo mexicano y el trencito que se perdía entre el público, lo mejor de la canción sigue siendo el momento en que sus dos cantantes femeninas entonan el “papapapara” de “El barbero de Sevilla”. Ese tema fue el cierre oficial del show de Los Cocineros, pero el público pidió más y volvieron al escenario para hacer un mix de dos covers que forman parte habitual de su repertorio: el tango “Fumando espero” interpretado en tiempo de cumbia y la canción de Los Palmeras “Amor de músico”. Y con eso se retiraron del escenario, así que yo fui a donde vendían sus discos y pude intercambiar unas fugaces palabras con la encantadora guitarrista, trompetista y segunda cantante Sol Pereira. Fueron sólo dos preguntas obvias: a cuánto vendían los discos y cuándo volvían a Buenos Aires. No me animé a ofrecerme como groupie.
Para el final vino una banda muy esperada por mí, ya que me encantan y nunca los había visto en vivo: Los Amados. Y a pesar de que sólo duró una hora, su recital tuvo todo lo que tenía que tener para fascinar al público, empezando por “Soy tu esclavo”, la canción con la que abrieron y que funcionó como perfecta introducción a su jugoso criterio musical y su humor: caracterizados como una banda de entre comienzos y mediados de siglo XX que pasa por Buenos Aires en medio de una exitosa gira, este grupo vendría a ser algo así como “los Glorias Porteñas del bolero”. El cantante Chino Amado funcionó como gran showman y maestro de ceremonias, presentando a los miembros de la banda (momento extremadamente cómico, sobre todo en el turno de la diminuta pianista), entablando conversación con el público y diciendo todo el tiempo humoradas cursis (“Esta es una noche para enamorarse”) para introducir canciones como “El reloj”. Luego se retiró por unos minutos para que otros dos miembros de la banda interpretasen “Dos gardenias” y, cuando volvió, lo hizo acompañado de Dina Dulri, esa suerte de colombiana loca que llegó para cantar “Cheek to cheek” y hasta entonó algunos versos de la canción en francés y en suizo. Después llegó el turno para que se luciera el contrabajista (y verdadero motor musical de la banda), quien empezó entonando el lentazo de Elvis Presley “Love me tender” pero, obedeciendo a un cambio de ritmo originado por la pianista, viró “sorpresivamente” a la rockera “All shook up”, donde se batió en un duelo musical con el trompetista de la banda, llegando ambos a tocar sus instrumentos casi a ras del suelo. Finalmente regresaron el Chino Amado y Dina para la despedida con “Besitos de coco”. Claro que, como el público pedía más, volvieron para hacer “Ritmo de maraca y de bongó”, canción que yo conocía por haberla escuchado en las trasnoches radiales de “La venganza será terrible”, el programa de Alejandro Dolina. Y ahí terminó esa minicelebración de la primavera donde tocaron gratis dos de mis bandas predilectas. Hasta el próximo post, babies. Chiqui chiqui chiqui chiqui chiqui bom bo...

Tuesday, October 03, 2006

Volvió

...Y es cientos. Aunque preferiría ser millones.

Saturday, September 09, 2006

Un revoltijón en el estómago

Eso es lo que provoca la película "Vuelo 93", que ficcionaliza la versión oficial de lo que sucedió en el vuelo secuestrado el 11 de septiembre de 2001 en el que, supuestamente, los pasajeros se rebelaron contra los terroristas provocando la caída del avión antes de que éste llegue a su blanco.
Por si no se entendió, lo de "revoltijón en el estómago" es un elogio. El cine tiene que provocar sensaciones (o hacer pensar, o, por qué no, ambas cosas a la vez), y "Vuelo 93" las provoca. Sensaciones físicas. Durante la primera mitad, la tensión va ganando lugar en nuestro cuerpo. Y en la última media hora se sienten dosis inimaginables de nerviosismo, tensión, emoción y vértigo. Todos sabemos cómo termina la historia, pero aún así nos involucrarnos tanto con la narración que llegamos a sentir que los pasajeros quizás tengan éxito en su empresa. Llegamos a desearles el triunfo. ¿No es muy loco eso, teniendo en cuenta que ya sabemos el final? Bueno, eso es lo que provoca una gran película.
Y no importa si lo que se narra es lo que sucedió realmente o no. Obviamente que un film ficcional no se debe tomar como documento fiel de un hecho real. Nunca sabremos si en verdad el avión no habrá sido derribado por los mismos yanquis, y nunca conoceremos a los terroristas y a los pasajeros. Eso no importa, porque mi elogio se dirige a la puesta en escena y la construcción de personajes y situaciones que logra el film, es decir, a su poder cinematográfico, artístico (que, naturalmente, usa nuestros conocimientos de lo que sucedería para crear más tensión).
Si quieren ver una película que narra una historia sin provocar nada en el espectador, vean una bazofia como "El centinela", que emociona tanto como un resumen de su argumento ("Hay una conspiración para matar al presidente y el principal sospechoso escapa para probar su inocencia"). Pero si lo que quieren cuando van al cine es sentir (y están preparados para un "revoltijón en el estómago"), entonces vean "Vuelo 93".

Sunday, September 03, 2006

Credo

Creo en Bob Dylan.
Creo en el fílmico.
Creo en el determinismo.
Creo en Marilyn Monroe.
Creo en el helado de limón.
Creo que me siento mal (no, ya pasó, fue un mareo repentino).
Creo en Brian De Palma.
Creo en la memoria emotiva.
Creo en Borges.
Creo en las cosas que uno dice cuando es un niño (y también cuando tiene 12 años, y cuando tiene 18).
Creo que puedo.
Creo en Enrique Symns.
Creo en las calles que no conozco.
Creo en el trabajo hecho a conciencia.
Creo en Tom Waits.

Sunday, August 27, 2006

Clasificaciones inútiles

Gracias a un amigo que me dio la idea (en realidad le robé la idea, él ya lo puso en su blog, pero es todo lo mismo), va mi aporte al mundillo de seres que clasifica las canciones bajo rótulos especiales:

-Canción perteneciente al grupo de canciones míticas que desde que supe de su existencia hasta que la escuché por primera vez pasaron tres años: "Stairway to heaven" de Led Zeppelin.
-Canción que, increíblemente, no escuché ni una vez durante todo el año que duró su bombardeo mediático a través de una exitosa novela (y recién la escucharía al año siguiente, viendo la repetición de esa novela): "Down with my baby" de Kevin Johansen + The Nada.
-Tema instrumental de 18 minutos que, en un arrebato de locura en el trabajo, llegué a poner cuatro veces seguidas: "Olé" de John Coltrane.
-Canción que cuando sonaba en los medios yo decía "Es buena, pero no llega a gustarme" y luego que pasó el furor finalmente me gustó: "El matador" de Los Fabulosos Cadillacs.
-Canción que empecé odiando y luego me llegó a gustar: "Die another day" de Madonna.
-Canción que no importa que la haya escuchado 563 veces, siempre que la oigo me parte al medio: "If you see her, say hello" de Bob Dylan.
-Canción que desde que la escuché por primera vez nunca hubiese pensado que la saltaría en un recital en el más movido de los pogos: "Los dinosaurios" de Charly García.
-Canción que siempre pensé que era hermosísima y me lamentaba que su creador en general no la cantase en vivo, hasta que escuché un recital donde la usó como cierre apoteótico instando al público, justamente, a que la coreen comunitariamente como si fuese una canción mítica: "Couldn't call it unexpected, N° 4" de Elvis Costello.
-Canción que me hizo pensar por unos pocos instantes que Luis Miguel podía tener algo de criterio artístico y sinceridad en su interpretación de viejos boleros: "Si nos dejan".
-Canción de la que hice un playback en una fiesta familiar cuando era chico: "Baby don't forget my number" de Milli Vanilli.
-Canción que, en el contexto de la película por la cual la conocí ("La vida continúa" de Brad Silberling) me emociona bastante, pero escuchada fuera de ese film no me provoca mucho: "I'll be you lover too" de Van Morrison.

Thursday, August 10, 2006

La pregunta del día

¿Es mejor ser imposible o impasible?

Thursday, July 27, 2006

"Breaking rocks in the hot sun..."

"I fought the law and the law won"
Sonny Curtis

La versión original de esta canción no es de The Clash, es de The Crickets, el grupo que secundaba a Buddy Holly. Y sí, todos ganamos y perdemos contra la ley.

Sunday, July 02, 2006

Crónicas desde Niceto

¿Qué tienen en común el tango y la cumbia? Que, a priori, son géneros musicales que no me atraen del todo. ¿Cómo es posible entonces que mi banda favorita sea una cuya discografía se apoya principalmente en esos dos géneros? La respuesta sólo se puede entender escuchándolos: la juguetona personalidad de Los Cocineros los hace enteramente disfrutables sea cual sea el género que aborden (no sólo interpretan cumbia y tango, su abanico abarca rock, bolero, cuartetazo, ranchera y hasta música disco). Y lo que es mejor: verlos en vivo es una experiencia mucho más fascinante de lo que podríamos suponer si sólo escucháramos sus discos, una experiencia por la que todos deberíamos pasar no una sino varias veces.
Por eso, como estos muchachos son cordobeses, cada vez que pasan por Buenos Aires hay que aprovechar la ocasión. Así que el viernes a la noche me encaminé a Niceto (mítico antro porteño que, aunque parezca mentira, yo nunca había pisado) para verlos junto con una amiga prácticamente tan fanática de la banda como yo. Ella llegó más tarde, así que se perdió al grupo introductorio: Anatol Delmonte, considerados "los primos porteños" de Los Cocineros. Este grupo soporte (a quienes yo conocía de una presentación anterior en la que también habían precedido a Los Cocineros) logró cautivar al público con su mezcla de rock, pop y murga uruguaya y su buen dominio escénico, que resultaba humorístico en ocasiones, sobre todo cuando se ponían a dar sus ya clásicos saltitos. No puedo dar detalles sobre las canciones que tocaron, ya que no conozco los nombres, sólo reconocí los covers que hicieron de otros artistas: "Lo dedo negro" de Eduardo Mateo y una versión reggae de "I'm so tired" de los Beatles. Atrás mío había un adolescente borracho gritando todo el tiempo "¡¡¡Toquen 'El oso'!!!", como burlándose de un supuesto espíritu de fogón que en realidad no era lo que predominaba en ese momento. O quizás era un intento de chiste que sólo él entendía, ya que lo siguió gritando durante el show de Los Cocineros.
Al terminar la actuación de Anatol Delmonte pasaron unos minutos y Los Cocineros fueron llegando al escenario, cada uno empezando a tocar su instrumento a su turno. Para los que no los vieron nunca, la voz de su cantante principal tiene un timbre parecido al de Midnerely Acevedo (la cantante de Mimí Maura) y su amplitud de registro y potencia es increíble, pero lo mejor no es su capacidad de entonar sino cómo usa esa capacidad. Habiéndolos visto previamente tres veces, puedo decir que a medida que pasa el tiempo los tipos ganan en dominio escénico y pueden hacer literalmente el show que les venga en gana; si un día se les canta hacer un recital más relajado (o que alterne ritmos "festivos" con otros más "reposados", como hicieron en ocasiones anteriores cuando abrían con esa joya que es "Cariño bonito") lo podrán hacer perfectamente, ya que tienen una versatilidad que cualquiera les envidiaría, versatilidad que, sin embargo, se siente como algo totalmente natural cuando uno los tiene ahí adelante.
Justamente esa mezcla de estilos que caracteriza a sus grabaciones es lo que se potencia en vivo. Si en su segundo disco versionaban el tango "Fumando espero" en tiempo de cumbia y metían el tema de James Bond en acordeón como introducción a "Quizás, quizás, quizás", en vivo transforman a experiencias más rockeras las canciones ya transformadas en sus discos, haciendo que los lentazos "Amor de músico" y "Caminemos" se escuchen con un tempo totalmente diferente y bailable. De todos modos, el que no quiere bailar sino solamente disfrutar de buena música también podrá apreciar un show de estos muchachos, ya que son musicalmente grandiosos sin hacer un exhibicionismo vacío. Además, el aspecto "showmanístico" está garantizado, sobre todo en lo que respecta al humor (en ese sentido el bajista es todo un personaje).
Mientras mi amiga (que llegó durante la cuarta canción) se bailaba todo, yo mantuve un perfil más bajo entre la gente más alejada del escenario, pero aún así no pude evitar tener una sonrisa permanente de oreja a oreja y corear todas las letras que sabía. Así se fueron sucediendo sus deliciosas versiones de "Mami" de Chico Novarro (en la que intercalan muy inteligentemente fragmentos de la Marcha Nupcial), "¿Qué hago en Manila?" de Virus, el clásico mexicano "Tengo una muñeca", la potente canción italiana "Io cerco la Titina" (donde la voz de la cantante Maru Santocho alcanza su máxima expresión) y hasta "Ella… ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora" de Leonardo Favio, en la que los integrantes de la banda se iban intercalando los versos de la canción. Más allá de estos covers (y los ya mencionados "Caminemos", "Fumando espero" y "Amor de músico"), hay que decir que, a medida que la banda evoluciona, aumenta la proporción de temas propios en su repertorio. En esta ocasión se escucharon ¡siete! canciones inéditas pertenecientes a su próximo disco, todavía no grabado, en las que se pudo observar su cada vez más notoria capacidad de abarcar géneros musicales, volcándose en este caso al más estridente rock de guitarras y hasta a la música disco. Además, por supuesto, no faltaron otros temas propios que ya son hits de Los Cocineros. En "No te creo" (una de esas canciones cuyos estribillos se pueden convertir en clásicos) siguen contrabandeando el riff de guitarra de "Seven nation army" de los White Stripes. A "El tornado" le agregaron una grandiosa introducción percusiva, mientras que en "Flores y sandías" hicieron una inevitable alusión a la eliminación de Argentina del mundial: el último verso de la estrofa "No dejes que te detengan/ ni los vientos ni los mares/ ni la risa de los otros/ no te pierdas en los bares" se transformó en "ni los fucking alemanes". Por suerte, tampoco faltó "Ranchera del té" (otra joya, que empieza sonando típicamente mexicana, en el medio mezcla "Quiérote" con "Quiero té" y termina con los integrantes entonando el "papapapara" de "El barbero de Sevilla") y también incluyeron esa oda al alcohol llamada "Mercurio", posiblemente mi favorita, sobre todo porque le da la posibilidad de lucirse a la irresistible guitarrista, trompetista y corista Sol Pereira. La noche terminó con "El arte culinario de amarte", que puede considerarse el "himno" de Los Cocineros (nadie puede contra la frase "Deshojando una cebolla descubrí una gran verdad: no sos el único motivo que me puede hacer llorar").
Eso de que "la noche terminó" es un decir: la mayoría de la gente se quedó en Niceto, mientras que mi amiga y yo nos fuimos a hablar de bueyes perdidos, felices de haber podido ver a la banda una vez más. Para la próxima, ya saben: cita ineludible.

Wednesday, June 21, 2006

Hoy es hoy

Como diría Calderón de la Barca: "Hace seis días necesitaba motivos para irme. Hoy necesito motivos para quedarme."

Tuesday, June 06, 2006

Mi defensa tautológica de "Misión imposible 3"

(Atención: si no quieren enterarse del final de "Misión imposible 3" no lean este post).
Todo espectador entiende, aunque sea instintivamente, que hay varios tipos de credibilidad en el cine. En un film como “Hook, el retorno del Capitán Garfio” no rigen las mismas leyes físicas ni temporales que en una película que se pretenda mínimamente realista como “Perdidos en Tokyo”. La mayoría de los espectadores tomó a “Misión imposible 3” como un film perteneciente a esta segunda clase, es decir, una película con más asideros con la realidad, que comparte al menos las mismas leyes físicas de nuestro mundo y una supuesta falta de exageración y desmesura que el público entiende como realismo. Por eso no aceptan hechos supuestamente insólitos o casualidades que son físicamente posibles pero que no suelen aceptarse en obras que se propongan como realistas (del mismo modo se pronunciaron en contra de la última media hora de “Misión imposible 2”).
Pero así como Clinton dijo “¡Es la economía, estúpido!”, en el cine se podría decir “Es el estilo, estúpido” o quizás “Es el espíritu”. Las tres películas de “Misión imposible” no pertenecen a un supuesto género de espionaje al que tengan que respetar, sencillamente porque no existe un género de espionaje, sólo existen algunas constantes que pueden tomarse como punto de partida para desde ahí desarrollar una obra con sus características particulares. Hay tantos géneros dentro del supuesto género de espionaje como espíritus o feelings pueda tener una película. Del mismo modo, los tres films de esta saga no responden al espíritu de la serie televisiva, sólo toman algunos aspectos básicos (como la música, por ejemplo) pero construyen algo distinto partiendo de ahí. “Misión imposible 3” no tiene por qué tener el espíritu de la serie ni el espíritu de un film de espionaje “realista” o serio; a lo sumo, si le debe ser “fiel” a algo es a la historia y a las expectativas de emoción desarrolladas en los dos films previos. Me corrijo: ni siquiera debe serle fiel al espíritu de esas otras dos entregas, ya vimos que la segunda parte tenía un estilo totalmente diferente a la primera, y esto es así porque ambas eran obras de directores con visiones personales sobre lo que es el cine o sobre lo que ellos querían entregar en el marco de un tanque hollywoodense (y no es el único caso en que films de una misma saga tienen espíritus distintos). No, “Misión imposible 3” sólo debe serle fiel a una obra: a “Misión imposible 3”. Y por suerte lo cumple (y en este caso es algo valorable, no como en los films de “Scary movie”, por ejemplo, que son fieles a sí mismos pero no hacen que eso sea una virtud).
Durante los primeros tres cuartos de la película parece no haber desmesura ni rasgos de estilo particulares, y la narración transcurre sin presencia de escenas de acción realmente “imposibles” que nos hagan sentir un vértigo cinematográfico o que nos emocionen. Esto no es una crítica sino sólo una descripción, de hecho el film está lo suficientemente bien llevado como para poder disfrutarse sin complejos, con momentos de narrativa clásica (pero, repito, no exacerbada) de los que se destacan la misión en que los protagonistas secuestran al villano y el ataque que sufren en el puente, gran escena de acción que pone toda la carne al asador en términos visuales pero que no ofende a los espectadores que buscan esa supuesta credibilidad “realista”. Más tarde, Tom Cruise debe balancearse pendularmente entre dos edificios para entrar en uno de ellos, y ahí sí empezamos a sentir algo especial, un feeling de que estamos viendo algo “larger than life”, algo conscientemente ideado como un delicioso y delirante momento de puro cine (aunque dure pocos segundos), que se continúa con Cruise disparándoles a agentes de seguridad mientras va cayendo por el borde del edificio. Luego, en una decisión que podría parecerles extraña a muchos espectadores, el robo que hace Cruise en ese edificio no se muestra, sino que recién volvemos a ver al personaje cuando sale en paracaídas en otra escena delirante. Quizás esa escena del robo no fue incluida en el film para no hacerlo demasiado largo, pero, sea por el motivo que fuere, creo que el resultado es genial: de esta manera, una película con toda la plata (que se supone debería mostrar minuciosamente cada acción de las misiones que vive su protagonista durante su transcurso) logra diferenciarse, como diciéndole al espectador “A esta altura no te vamos a mostrar todo como exhibicionistas, somos realmente juiciosos y pondremos sólo lo necesario”. Y disculpen la minuciosidad de lo que sigue, pero los minutos finales del film aportan una pasión y un delirio cinematográficos tales que hacen necesarios su narración.
Cruise es apresado por los villanos, logra liberarse y se comunica telefónicamente con un compañero de trabajo que le indica a cuántas cuadras está su esposa secuestrada. Desde el momento en que Cruise abre la puerta del lugar donde estaba encerrado y la cámara se eleva para mostrar una visión panorámica de Shanghai y luego, en la misma toma, mostrar cómo nuestro héroe empieza a correr y cruzar puentes con el celular en mano, desde ahí podemos convencernos de que los que hicieron esta película (o al menos esta parte de la película) aman el cine. Esto sí es pasión, Cruise corriendo en una larga toma en la que (probablemente por algún efecto de postproducción, porque no creo que el tipo corra tan rápido) la gente a su alrededor se ve de manera muy difusa mientras él corre, corre, corre… (en los últimos años parece haber un descubrimiento de que ver a un personaje correr puede resultar liberador, trascedente, catártico y/o apasionante, por ejemplo en “Impulso adolescente” o “El abrazo partido”, y recordemos también la gran corrida de la historia del cine, la de “Los cuatrocientos golpes”).
Cruise llega al lugar donde está secuestrada su esposa, y cuando la está liberando siente el dolor insoportable de la carga de nitroglicerina que hay implantada en su cabeza, lo cual le entorpece en su pelea con el villano. De hecho, Cruise sucumbe y queda inutilizado hasta que ve que su esposa está a punto de morir, y ahí toma fuerzas de quién sabe dónde para darle con todo al villano sin que su propio dolor lo detenga, y mientras lo hace se agarra la cabeza con las manos, lo cual nos hace sentir cuán extrema tiene que ser esa comezón para que un agente experto, superentrenado y acostumbrado a todo tipo de dolor no pueda sacarse las manos de la cabeza mientras pelea con otra persona.
Finalmente, Cruise le pide a su esposa que le aplique una descarga de no sé cuántos voltios para inutilizar la carga de nitroglecerina y que luego lo reviva presionándole el pecho como suelen hacer los médicos. Todo esto lo dice tartamudeando de dolor, y también le enseñar a su mujer cómo se usa un arma por si alguien entra cuando él esté “clínicamente muerto”. En efecto, la descarga es aplicada y entran más villanos al lugar, con lo cual el papel heroico de la película deja de ser para Tom Cruise por un rato y pasa a manos de su esposa, lo cual, sin ser algo novedosamente espectacular, no deja de ser muy interesante y aporta otro toque de delirio. En efecto, la esposa liquida a una figura amenazante que no conoce pero que el espectador sabe que es el traicionero jefe de Cruise. Luego le devuelve la vida a Cruise y la primera reacción de éste al recuperar la conciencia es agarrar un arma y alistarse a disparar. Ahí termina todo este desaforado segmento en el que la película ganó emoción y temperatura. ¿Por qué lo describí de una manera tan minuciosa? Muy simple, para preguntar a continuación: ¿qué hay de malo en ese final? Yo sólo veo amor por el cine y pasión por dar momentos que sólo pueden ser experimentados en las películas.
Por eso “Misión imposible 3” es buena, sobre todo en su final: por el cambio que produce esa exageración creciente de su última media hora, por su valor de entretenimiento, por volver a mostrar en otra situación límite a un héroe cinematográfico al que ya habíamos visto balancearse en el aire silenciosamente sobre una computadora, volar por los aires por la explosión de un helicóptero dentro del tunel de un tren, colgarse entre montañas solamente como hobby, saltar al vacío desde lo alto de un edificio y tener un duelo típicamente cowboy pero subido a una motocicleta.
“Misión imposible 3” cumple con la finalidad de ser la película que tiene que ser. Esperemos que la cuarta parte también logre ser fiel a sí misma (y que eso sea algo bueno).

Wednesday, May 24, 2006

La frase del día

"¿Quieres que te diga lo que quieres escuchar
o vas a escuchar lo que te quiero decir?"

Muchos sabrán de dónde es esa frase magistral, ¿no? Y si no lo saben... averígüenlo.

Friday, May 19, 2006

Crónicas del Festival de Jazz

El lunes a la noche presencié el que quizás sea el único recital del Festival de Jazz al que pueda ir en esta edición. Gratis, por suerte. En el Paseo La Plaza, y en una ubicación de las diez peores del auditorio, porque fui uno de los últimos en adquirir entrada. Pero no me quejo: se disfrutó igual.
La artista en cuestión era Ligia Piro. Me había comprado a oferta su último álbum y por suerte en vivo resultó más agradable y menos canchera que lo que parece en las fotos del CD, aún cuando despliegue un aire de seducción crooner típico de cantantes de jazz. Probablemente lo que la acercaba más al público era el hecho de que esta actitud crooner no se sentía forzada y se notaba como algo relajado, como si fuese más una piba de barrio que una femme fatale.
Y probablemente uno de los motivos por el que disfruté mucho el show fue porque casi todo lo que cantó fueron standards, clásicos del jazz que uno conoce o quizás tiene olvidados pero retornan a la memoria cuando se los vuelve a escuchar.
Mentira, no fue ése el motivo que me hizo disfrutar; fue ella, que le da un feeling especial, juguetón, intenso y no exhibicionista a cada cosa que canta.
La banda estaba formada por un contrabajista y un baterista que yo no conocía y además el guitarrista Ricardo Lew, quien también ha sacado discos en solitario y recibía ovaciones todo el tiempo durante el show, en parte por su talento musical y en parte por su gracia y humor al moverse e interactuar con Ligia Piro. Primero hicieron ellos solos una versión instrumental de “Over the rainbow” y luego llegó Ligia, que arrancó con “Our love is here to stay”. Después vino “You’ve changed”, versión introducida por parte de la letra recitada en castellano por Ligia en un estilo “casual”, casi como de lunfardo.
Los clásicos se sucedían: “Ain’t misbehavin”, “Georgia on my mind”, “God bless the child”, “I can’t give you anything but love” y algunos otros que yo no conocía, incluyendo cuatro excepcionales bossa novas brasileras. La excusa de esto último era que el festival se llama “Jazz y otras músicas”, lo cual también posibilitó que cantara “Zamba de Juan Panadero” (que me gustó mil veces más que la versión de Pedro Aznar) y la hermosa “La borrachita”, interpretada soberbiamente a capella.
Luego vinieron “Body and soul” y un medley con tres temas de los Beatles: “Here, there and everywhere” (la mejor versión que escuché en mi vida), “I’ll follow the Sun” y “Can’t buy me love”, muy buenas versiones que me hicieron recordar cuán sobrevalorado está el álbum “Bossa n’ Beatles” de Rita Lee.
Lo mejor de la noche llegó al final: Ligia vio que en el público estaba Sergio Mihanovich (que todavía no sé si tiene algo que ver con Sandra Mihanovich) y dijo que harían un tema suyo: “Some time ago”. Soberbio y conmovedor, y con toda la pasta de un clásico que podría haber sido escrito por Gershwin o Cole Porter. Fue el mejor momento del show, junto con el tema que le siguió, el brillante clásico “Angel eyes” (qué gran final para una canción sobre un borracho que se lamenta por una mujer: “Excuse me while I disappear…”). La noche terminó, cuándo no, con “Summertime”, perfecto broche de oro para un show que en sólo una hora y media entregó veintipico joyas musicales y fue todo lo disfrutable que se podía pedir y más. Aguante Ligia.

Friday, May 12, 2006

La nada

Perdón, hacía mucho que no posteaba, así que tenía por poner algo. Ya se me ocurrirá algo más trascendente que esto.
Dejen comentarios, este post es emocionante!

Thursday, May 04, 2006

Crónicas del Festival de Cine: Parte 12: final con Jan Svankmajer

-El cineasta checo fue el realizador casi excluyente de los últimos films que vi en el festival. El sábado 22 a las 22:45 vi en el Abasto "Little Otik", basada en un cuento en el que una pareja que no puede tener hijos cría a un tronco de árbol como si fuese un bebé, pero éste desarrolla un apetito asesino. Al ser un largometraje era más "realista" que los cortos de este director (aunque "realista" es un término con el que no describiría su filmografía). Mucho humor y la presencia de una vecinita inteligente, casi la heroína de la historia, elevaron esta película a 8 aires.
-El domingo 23 a las 11:15, también en el Abasto, vi "La muralla verde", un film peruano que no era para nada aburrido pero se proyectó en videoproyección, y en una copia malísima. Eso hizo que esta historia de una familia que vive en la selva me resultase poco interesante, aunque seguramente el ritmo de la película también conspiró. Todavía no entiendo cómo no cabeceé. 5 aires.
-A las 14, siguiendo en el Abasto, era el turno del Programa 1 de cortos de Jan Svankmajer, conformado esta vez por "Dimensiones of dialogue" (10 aires), "Et cetera" (7 aires), "Jabberwocky" (7 aires), "Leonardo's diary" (7 aires) y "The fall of the house of Usher" (8 aires), todos ellos basados en principios repetitivos y por tanto cansadores, excepto el primero, más variado e interesante, y el último, en donde sólo aparecen objetos inanimados en pantalla mientras una voz en off relata el famoso cuento de Poe.
-A las 15:30, todavía en el Abasto, llegaba "The corridor", el segundo y último film de Sharunas Bartas que vi en el festival. Una película sin subtítulos, porque no había diálogo. No, no era tan aburrido como suena. Se seguía con interés, aunque ahora no me acuerde nada. 8 aires.
-A las 17:45 vi mi última película del Atlas Santa Fe: "Three times", del alabado Hou Hsiao-Hsien. Film dividido en tres episodios, cada persona opina que uno de ellos es brillante, otro está bien y el que queda es tirando a flojo. Pero pocos se ponen de acuerdo en cuál es el episodio grandioso y cuál es el flojo. Son historias románticas ambientadas en la década del 60, a comienzos del siglo XX y en la actualidad (la más antigua es narrada como un film mudo, con intertítulos). A mí la que menos me gustó es esta última, pero no bajó mi apreciación del film por eso: 8 aires.
-Finalmente, a las 21 volví al Abasto para ver mi último film del festival: "Lunacy" de Jan Svankmajer, extrañamente prologada por el propio director, que "avisa" a la audiencia que lo va a ver es una mezcla de Poe y Sade. Por suerte, además había humor, y la presencia de la carne animada en stop-motion que tanto molestó a muchos espectadores. 7 aires.
Y final con foto.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 11: Ford, Bodganovich, Browning, Vidor, Hopper… (los clásicos son lo más)

-El viernes 21 a las 15 era el turno de "Black brush", una comedia húngara sobre adolescentes que vagan de un lado a otro y se envuelven en diversas actividades. La abulia de sus protagonistas se me contagió y el film me aburrió. 5 aires.
-Luego de las decepciones de "Tideland" y "Black brush", lo mejor del viernes llegaría a la noche, más precisamente a las 22 en el Malba: "Directed by John Ford", mítico documental donde el director Peter Bodganovich habla sobre las características de la obra de Ford y entrevista a James Stewart, Henry Fonda, John Wayne y al propio Ford. Aquí está la famosa escena en que Bodganovich le hace preguntas a Ford y éste responde monosilábicamente, minimizando los tópicos acerca de los que se le pregunta. Las entrevistas a los tres actores mencionados también son jugosas, y las escenas de los films de Ford, bueno, ¿qué se puede decir de su excepcional manejo de la imagen, la música y los intérpretes? De todos modos, para ser un documental mítico, no resultó tan brillante o interesante como yo esperaba, y las escenas de los films de Ford a veces se extendían mucho. Igual fue encantador ver esta película en pantalla grande. 7 aires.
-Luego, a las 12 de la noche, ya que estaba en el Malba aproveché a ver gratis el film correspondiente al ciclo "Mi película favorita", presentado en este caso por el historietista Rep. El film era "Fenómenos" (también conocido como "Freaks") de Tod Bowning, ambientado en un circo de (sí, adivinaron) freaks, donde una femme fatale no-freak seduce a un enano y al mismo tiempo se burla de él, provocando las más tenebrosas consecuencias. Película brillante, cosa que yo ya sabía porque la había visto por tele hace unos años, pero nunca en pantalla grande en fílmico. 10 aires.
-El sábado 22 a las 13:45 vi en el Malba "Crime delicado", del brasilero Beto Brant, tenido en buena consideración por gran parte de la crítica. Y el film resultaba muy interesante en su primera mitad, contando la historia de un escritor tímido pero pasional que se relaciona con una mujer lisiada. Pero la segunda mitad introducía a un pintor (que trabajaba pintando a la lisiada desnuda) y gran parte de este segmento tenía un feeling documental sobre cómo trabajaba este tipo. Eso lo alejaba del conflicto principal del film, aunque no dejaba de ser interesante. 7 aires.
-A las 15:30, también en el Malba, era el turno de "Ganarás el pan", un clásico de King Vidor sobre un hombre que construye una comunidad socialista o cooperativa en el campo. Lo curioso de esta función es que estaba precedida por un prólogo: un discurso filmado del senador Mario Bravo para su exhibición antes del film en las sedes del Partido Socialista Argentino en el momento de su estreno (década del 30). Y también había otra introducción, una reflexión del propio Vidor muchos años después de filmada la película. El film en sí era un encanto, ingenuo, sí, pero esos veinte minutos finales con el pueblo haciendo un surco para que las cosechas reciban agua… fueron de lo mejor del festival. 9 aires.
-A las 19:45 en el Abasto vi la película de la que quizás me siento más feliz de haber aprovechado en el festival: el clásico de los 70s "The last movie", de y con Dennis Hopper como un actor vestido de cowboy para la filmación de un film en Perú, en donde los locales quedan fascinados con el cine y empiezan a hacer sus propias películas, con la salvedad de que en ellas los golpes y la violencia son reales. Y eso no es todo, el film se divide en muchísimas líneas narrativas, algunas de las cuales no conducen a ningún lado, pero respira una libertad y una precisión al mismo tiempo que me hicieron sentir nuevo y fresco. Un film maldito, en el mejor de los sentidos. 10 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 10: dos buenas y dos decepciones en el Atlas Santa Fe

-A las 18 del jueves 20 en el Atlas Santa Fe se venía "Dam Street", un drama chino sobre una joven que da a luz a un bebé a quien ceden a otra familia y luego, años más tarde, conoce a un niño que podría o no ser su hijo y que se enamora de ella. El film se seguía fluidamente, pero no tuvo nada especial para mantenerse en mi recuerdo. 6 aires.
-A las 20:15, también en el Atlas Santa Fe seguía "Someone else's happiness", un drama belga que mostraba las reacciones de distintos personajes y familias frente a la muerte de un niño y la búsqueda del conductor que lo atropelló por accidente y se dio a la fuga. Interesantísima película, con muchos toques de humor inesperado que provocaban risas nerviosas en el espectador. 8 aires.
-A las 22:30 terminaba mi día con "Election" de Johnny To (sus films de acción "Fulltime killer", "PTU" y "Breaking news" hacían anhelar que diesen su nueva película en la sala 1, y así fue). Como siempre en sus films, la violencia y el humor se hacen inseparables de lo que se está contando, que en este caso es la lucha de algunos grupos mafiosos de Hong Kong, casi como "El padrino". Brillante, la que más me gustó de To hasta la fecha. 9 aires.
-Al día siguiente, viernes 21, llegaba la esperada "Tideland" de Terry Gilliam a las 12 del mediodía en el mismo cine (aunque en la más chica sala 2, lo cual es ridículo porque se sabía que se iba a llenar con una película de Gilliam, quien tiene muchos adeptos en Argentina a partir de "Brazil" y "12 monos"). El tipo debe ser de los que más tardan entre película y película, así que es raro que haya hecho dos en el último año (ésta y "Los hermanos Grimm") y, la verdad, no se hubiera molestado. Hay, como siempre, un gran diseño de producción, una imaginería alucinógena y un personaje principal noble envuelto en un mundo raro, pero parece una película hecha más para fans de Gilliam que para amantes del cine, más interesada en llegar a un anhelada posición de "film de culto" que en ser una verdadera película cuya historia se pueda seguir con interés. Porque hay una historia, y hay personajes, pero todo produce una falta de compromiso increíble. Ni Jeff Bridges la salva. Al terminar recibió aplausos, por supuesto, lo cual me hizo pensar "Ah, los jóvenes de hoy en día que aplauden estas cosas…". 3 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 9: sordidez, clásicos y muñecos

-A las 17:30 del martes 18 era el turno de "Clean, shaven", otro film de Lodge Kerrigan (ya había visto "Keane", y como "Claire Dolan" la vi por tele hace unos años ya vi toda su filmografía, que son sólo esas tres películas). Esta vez, como en "Keane", también hay un padre desequilibrado buscando a su hija, pero este film era más incómodo de ver y ciertamente podía resultar sórdido para el espectador descuidado, porque incluía escenas con el protagonista mutilándose para buscar un transmisor que según él le habían puesto. Bue, me habría gustado ser amigo del protagonista de "Keane", pero no del protagonista de "Clean, shaven". 6 aires.
-A las 19:45 en el Malba pude ver el Programa 2 de cortos de Barry Purves, otro director del que se presentaban varias funciones formadas por cortometrajes. Su particularidad es que filma con muñecos: todo lo que vemos es tridimensional, y está hermosamente construido por manos humanas. Pasaron "Screenplay" (versión de una trágica historia clásica que se encuentra dibujada en muchos platos japoneses, 9 aires), "Rigoletto" (versión de la famosa ópera, con personajes de rostros adecuadamente carnavalescos y/o farsescos, 9 aires) y "Next" (con un Shakespeare haciendo una audición en la que interpretaba en un par de minutos todas sus obras, 9 aires). Barry Purves estaba ahí para contar detalles de sus films y resultó un tipo muy agradable, que casi siempre decía luego de sus funciones "I like this film… I think it's really good" y sin embargo no sonaba feo, como podría sonar un artista que se vanaglorie de su obra.
-A las 21:45 en el Malba era el turno de "Chang, a drama of the wilderness", un film mudo de los mismos creadores de la "King Kong" original, antes de que hiciesen su gran clásico. De hecho, éste es el prototipo de film que quiere filmar Jack Black en la nueva versión de "King Kong": una selva lejana y exótica y un grupo de pobladores nativos haciendo su vida cotidiana y luchando contra la naturaleza del lugar, que incluye amenazadores animales salvajes. Por esta descripción se podría esperar que la película tuviese un feeling documental, y ciertas partes lo tenían: todo lo que hacen los animales no son efectos especiales, es de verdad, y uno se maravilla por cómo hicieron para filmar eso y luego armar un argumento alrededor de esas imágenes. La historia es simpática, y hay infantilismos como un mono doméstico al que los directores le daban parlamentos en los intertítulos como a cualquier otro personaje. 9 aires.
-Siguiendo en el Malba, a las 23:30 venía "Juramento de venganza", una versión restaurada (con agregados del metraje original que los estudios le habían cortado al director en su momento) de "Mayor Dundee", el clásico bélico histórico de Sam Peckinpah con Charlton Heston, Richard Harris y James Coburn. Yo la había visto en la tele nueve años atrás, y la experiencia es muy diferente; en cine se aprecia como se debe la belleza del encuadre (sobre todo por poder verlo con el ancho de pantalla adecuado), la maestría en la dirección, la naturalidad en las actuaciones… Por más que Charlton Heston no me caiga bien como persona, hay que decir que, contra lo que muchos piensan, el tipo tenía carisma actoral. Pero el que se roba la película es Richard Harris, un animal de la actuación que se ve que ya era un genio de joven. 9 aires (algún día voy a escribir un post sobre Richard Harris).
-El miércoles 19 vi sólo dos films. El primero era "Song of songs" a las 17 en el Abasto, sobre una chica que quiere convencer a su hermano de que visite a su madre moribunda. Pero los tres son judíos bastante religiosos, parece, y eso les ocasiona problemas a los hermanitos, sobre todo si la relación entre ellos es un tanto especial… Una película sin ninguna escena sangrienta ni asquerosa y aún así bastante sórdida por su temática, tanto es así que al terminar nadie sabía qué preguntarle al director, que estaba presente. Muchos podrían objetarle al film que es sólo un buen argumento y que no tiene nada de cinematográfico, pero yo creo que su intensidad es especialmente cinematográfica: 7 aires.
-El otro film del día fue "Más allá de Zanzíbar" a las 23:45 en el Malba, otra película muda de un director clásico del período: Tod Browning, el realizador de "Freaks" y la primer "Drácula" con Bela Lugosi. Aquí actuaba otro mítico actor de la época, el "hombre de las mil caras" Lon Chaney, que hacía de un mago que se quedaba paralítico de piernas y era traicionado por un compañero de trabajo. Años después se encontraría liderando un grupo de malvivientes y nativos en Zanzíbar, donde llevaría a cabo su venganza contra el que lo había dejado en ese estado. El film era tal cual lo que suena: un gran melodrama. 10 aires.
-El jueves 20 a las 12:30 en el Abasto volvía la sordidez: "The living and the dead" empezaba como una comedia sobre un padre médico, su esposa enferma y el hijo de ambos, un tipo con problemas mentales que quiere mostrarse útil para que sus padres se sientan orgullosos de él. Ver a este personaje correr para atender el teléfono era hilarante, pero luego la película se ponía sombría, porque su locura le traía cada vez más problemas a la familia, transformando al film en una película de terror un poco triste y bastante escabrosa. 7 aires, y el director estaba presente pero no me pude quedar porque me tenía que tomar un supertaxi (el segundo y último del festival, por suerte)…
-…para ver el Programa 1 de cortos de Barry Purves, que incluía los films "Achilles" (que contaba en pocos minutos y muy bellamente la historia de la guerra de Troya, explicitando bastante la relación homoerótica entre Aquiles y Patroclo, 10 aires), "Gilbert & Sullivan: the very models" (8 aires, la problemática relación entre los creadores de operetas famosas como El Mikado, relación también descripta en el film de Mike Leigh "Topsy Turvey") y "Hamilton Matress" (el film más infantil de Purves, sobre un oso hormiguero muy preocupado por la moda que quiere triunfar en el espectáculo, 8 aires). La verdad es que el amor que tiene el director por sus muñecos es algo bastante especial.
-A las 16:15 fui al Abasto a ver "La mancha de sangre", un film mexicano de 1937 al que le faltaba el sonido de un segmento (en ese momento había subtítulos que mostraban los diálogos) y la imagen del segmento final, que sí tenía sonido. ¿Por qué la vi entonces? Porque el cine mexicano siempre ha sabido dar grandes melodramas, y además ésta era una rareza con cámara en mano, algún desnudo femenino y encuadres "documentales", todas cosas insólitas para esa época, y esta reconstrucción era la más completa que jamás se haría, porque el resto del film está perdido. Lamentablemente, este melodrama no me fascinó como otros films mexicanos que vi, aunque la ambientación era interesante. 5 aires.
Bue, se acabó este largo post que incluía sordidez, clásicos y muñecos. Veremos qué título invento para el siguiente.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 8: una sucesión de buenos films

-Lunes 17, 12 del mediodía en el Malba: "Little fugitive", un film yanqui de la década del 50 que ganó notoriedad por su novedosa utilización de locaciones reales y actores no profesionales. La historia se sigue con mucho interés: un pibe le hace creer a su hermano menor que éste lo mató y el niño escapa de casa. Grandiosas las actuaciones de los dos pibes, y se notaba que era una película humildemente avanzada para su época. 8 aires.
-14:15, Atlas Santa Fe: "One night in Mongkok", un muy buen film de acción con una pareja protagónica de gran carisma: un asesino a sueldo y una prostituta que se conocen y viven una noche llena de idas, venidas y violencia. Gran fotografía (ideal para la sala 1 de este cine), gran utilización del sonido, grandes actuaciones y gran guión, sin ninguna vuelta de tuerca ni nada novedoso. 8 aires.
-17:30, Abasto: era el turno del Programa 2 de cortos de Jan Svankmajer, un director checo de films de animación que mezclan dibujos tradicionales, actores de carne y hueso y animación stop-motion y que se caracterizan por la obsesión con la carne, la comida en general y una violencia cruda y desaforada que nos puede hacer salir espantados, sentirnos fascinados o morirnos de risa. Bueno, no tanto, sólo a veces… Esta función estaba conformada por "Down to the cellar" (una nena baja al sótano y descubre gente con costumbres extrañísimas viviendo allí, 9 aires), "Virile games" (un espectador de TV observa un partido de fútbol donde los jugadores se destruyen mutuamente, 7 aires), "Darkness light darkness" (un cuerpo humano que se va "construyendo" poco a poco en una habitación pequeñísima, 10 aires) y "Food" (diversas situaciones salvajemente humorísticas relacionadas con la comida, 10 aires).
-Luego de esa función me fui a echar un vistazo a la charla sobre cine argentino en donde debatían y respondían preguntas Daniel Burman, Juan Villegas, Sergio Wolf y Edgardo Cozarinsky. Interesante, y Burman es tanto o más gracioso que el personaje de Daniel Hendler en sus películas. La conclusión unánime fue que el cine argentino necesita construirse una industria seria (entendiéndose por "industria" no un aparato que produzca films detestables como "Papá se volvió loco" sino un aparato que permita la promoción y convivencia de todo tipo de films y el hecho básico de que un director pueda terminar una película sin deberle nada a los técnicos que trabajaron en ella).
-Finalmente volví al Atlas Santa Fe a las 20:30 para ver "Crying fist", una historia oriental sobre dos personajes relacionados con el boxeo que no se cruzan en casi todo la película. Uno se ofrece como punching-bull en las calles (y lo interpreta el protagonista de "Oldboy") y el otro es un preso que encuentra una vía de catarsis y/o salvación en el box. Buena, tradicional, con algo de humor, se dejaba ver: 6 aires.
-Martes 18, 12 del mediodía en el Atlas Santa Fe: la gente llena la sala 1 para ver "Takeshis'", el último film de Kitano. Si el tipo suele ser autorreferente, aquí nos encontramos con el colmo de la kitaneada: podría describirse como una versión libre de "8 y medio" de Fellini, que, como todos saben (y si no es así deberían verla, ya que es una de las cinco mejores películas de la historia), trata sobre un cineasta en conflicto con su obra, con la gente que lo rodea y con su vida, y las escenas que se suceden mezclan lo real con lo imaginario. Bueno, acá Kitano hace de las suyas, con la violencia de siempre y un humor más lunático que nunca, porque gracias a la lógica del film cualquier cosa puede suceder. Lo cual, por otra parte, hace que las cosas dejen de ser tan interesantes cuando nos acostumbramos a esa anarquía. Con la coartada de "meterse en la cabeza del artista" todo se permite, y eso deriva en escenas graciosas, sí, pero no mucho más que eso. Aún así, 7 aires.
-Luego bajé a la sala 2 del Atlas Santa Fe para ver a las 14:30 "The piano tuner of earthquakes", un nuevo film de los hermanos Quay (los creadores de la mítica "Institute Benjamenta, or this dream people call human life", que vi en el festival hace tres años), que hacen historias enrevesadas en las que meten aparatos mecánicos complicados y hermosos y mezclan actuación tradicional con algo de animación bizarra stop-motion. En este caso el film era mucho más placentero que "Institute Benjamenta", y le debía algo a la narrativa de Felisberto Hernández (como un guiño, el protagonista se llamaba casi igual: Felisberto Fernández). Bellísima, y además la protagonista femenina era Assumpta Serna. 9 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 7: historias convencionales e historias inclasificables

-Domingo 16, 12:15 en el Atlas Santa Fe: "Two girls", historia que tuvo mucho éxito en su país de origen, lo cual lleva a pensar que muy "rara" no puede ser. Efectivamente, es un film de narración convencional sobre dos chicas que se hacen amigas y se meten en diversos problemas. No, no se parece a "Criaturas celestiales" de Peter Jackson. Las actuaciones eran lo que salvaba en parte al film, porque la historia, si bien era llevadera, no logró que los espectadores saliesen del cine pensando que habían visto algo que les había cambiado el día. 5 aires.
-Ahora sí viene algo fuera de lo común: el Programa 2 de cortos de Paul Driessen, a las 15:30 en el Malba. Esta vez los films eran "The story of Little John Bailey" (su primer corto y el más convencional, quizás por su intención de denuncia ecológica), "The killing of an egg" (el título dice todo, 8 aires), "Spotting a cow" (el título arruina todo, porque la vaca recién se descubre al final, siendo que antes sólo veíamos formas negras y blancas y el efecto sorpresa sería más jocoso si el título fuese otro, 9 aires), "Uncles and aunts I" (viñetas humorísticas casi de periódico, 8 aires), "Uncles and aunts II" (ídem anterior, 8 aires) y "The end of the world in four seasons" (otra vez pantalla dividida para contar varias historias por estación, 10 aires). Esta vez sí pude quedarme a las preguntas que le hicieron al director, aunque en seguida había que salir y volver a hacer la cola para ver en la misma sala el…
-Programa 3 de cortos de Paul Driessen, a las 17. Éste fue el conjunto de cortos que más me gustó, principalmente por los dos primeros: "The water people" (comiquísima historia del encuentro entre una comunidad que vive en un pueblo cubierto de agua y otra que viene de afuera, 10 aires) y "The boy who saw the iceberg" (pantalla dividida en dos para contar la realidad y la imaginación de un niño, con un final excelente y triste, 10 aires). Los otros dos cortos de esa función eran "3 misses" (en donde el tiempo parece dilatarse mientras vemos un cowboy intentando salvar a una mujer a la que el tren está por arrollar, un hombre corriendo a la vereda de enfrente para salvar a una suicida que está (eternamente) cayendo y los siete enanitos corriendo para salvar a Blancanieves de la bruja, 10 aires) y "2D or not 2D" (el intento de encontrarse de un hombre y una mujer separados por una línea, imposibilitado por varias cuestiones que no conviene develar, 9 aires). Esta vez no pude quedarme a la charla, ya que tenía que tomarme un supercolectivo que me llevase…
-…nuevamente al Atlas Santa Fe a ver "Be with me" a las 18:30. Siguiendo con el título de este post: ¿esta película era convencional o inclasificable? Extrañamente, las dos cosas. Por un lado, contaba la relación amorosa de dos amigas, en donde una parece cansarse de la otra y no devolverle los llamados (gran parte de este segmento estaba constituido por los mensajes de texto que se mandaban las protagonistas). Por otro lado, la historia de un guardia de seguridad gordinflón que se enamoraba. En tercer lugar, un señor mayor que parece abatido y sin ningún interés por la vida. Nada fuera de lo común hasta ahora. El cuarto componente del film era la historia de una vieja ciega y sorda, que, extrañamente, estaba basada en una historia real: la mujer que veíamos en pantalla se interpretaba a sí misma. Y parte de este segmento era básicamente documental: en pantalla se leía la biografía que ella escribió mientras se veían escenas de su vida. No es raro que exista un documental así, lo raro fue la mezcla de historias ficticias y documental del film. Al final, por supuesto, las historias se unían. 6 aires.
-Siguiendo en el Atlas Santa Fe, a las 20:30 venía "Le domaine perdu", una historia "convencional" para lo complicado que podría ser un film de su director, Raoul Ruiz. Yo había visto solamente tres films suyos, pero sentía que ya conocía su estilo, y esta película me pareció un Ruiz típico, temática y estilísticamente. O sea, un Ruiz que vale la pena. Por suerte, la historia se entendía (algunos de sus films son fascinantes pero incomprensibles), y el protagonista era Gregoire Colin, figura que volví a ver en pantalla años después de "Olivier Olivier", "Fiesta" y "El año del despertar". Las diversas líneas temporales y los personajes secundarios eran los condimentos de una hermosa historia (o quizás una historia normal, pero hermosamente narrada) donde las coincidencias y las recurrencias, como siempre en Raoul Ruiz, tienen su peso. 9 aires.
-Finalmente, el epítome de lo convencional: "El Conde Drácula" a las 23:15 en el Malba. Christopher Lee hacía del clásico chupasangre en este film que no pertenecía a la saga de films suyos que todos conocemos, sino que era una nueva adaptación de la novela original, con Herbert Lom (el Dreyfus de los viejos films de la Pantera Rosa) como Van Helsing y Klaus Kinski como Renfield. Era una de las adaptaciones más fieles de la novela que se hayan hecho (mucho más que la versión mainstream que Lee había hecho 15 años atrás), pero eso no dice nada de su calidad: el film me resultó aburrido, sólo interesante por su valor de rareza y la risa que provocaban los zooms y algunas actuaciones. 4 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 6: funciones que vencían mi estado de zombie… y funciones que no

-El sábado 15 a las 11:45 fui al Abasto a ver "Seven invisible men", del lituano Sharunas Bartas, de quien se pasaban varios films en el festival. Otra que me aburrió y me hizo cabecear aunque, repito, fue por mi estado zombie y no porque el film fuese malo. A esta historia de marginales (eso parecían) en Crimea le doy 7 aires.
-Luego, a las 15 en el Abasto, vi otro film argentino de los 60s que, si entendí bien, no se había estrenado nunca hasta ahora: "Racconto", del mítico Ricardo Becher (a quien se le dedicaba una pequeña retrospectiva en el festival). Al igual que "Tiro de gracia", el otro film mítico de Becher que yo había visto hace un par de años, "Racconto" no me atrapó mucho. Tiene esos toques "modernosos-intelectualoides-experimentales-sesentistas-argentinos" que mencioné en "La herencia", pero aquí más resaltados todavía. Cuenta de manera enrevesada la relación entre una modelo y un actor, y creo que nunca una actriz me resultó tan fea y molesta al mismo tiempo. 5 aires.
-Después me fui al Atlas Santa Fe 1, sala a la que no iba desde el estreno de "Memento" hace cuatro años (el año pasado vi "Melinda y Melinda" en la sala 2, que es más chica). Y la verdad es que redescubrí y me reconcilié con esta sala, que tiene buen sonido y una pantalla muy grande que, si uno está bien ubicado y los proyectoristas saben lo que hacen, hace que el cine pueda pasar el examen de calidad de "imagen y sonido" que hoy lamentablemente sólo los multicines parecen cumplir. El film que vi ahí era "Keane", de Lodge Kerrigan, con Damian Lewis (el barbudo de "Cazador de sueños") en un tour de force actoral haciendo de un hombre con problemas mentales (que no son tan graves, o sea, la mayor parte del tiempo puede actuar normalmente) que busca a una hija que se le perdió (o le raptaron) en una estación de trenes. Su relación con una vecina y su hija le aporta calidez al relato, que fue lo suficientemente interesante como para que yo no cabecease ni una vez. 8 aires.
-A las 22 en el Malba era el turno del Programa 1 de cortos de Paul Driessen, una función donde se proyectarían varios cortometrajes animados de este director holandés que se encontraba presente para responder preguntas. Sus cortos eran brillantes, pero en algunos cabeceé porque esta hecho bolsa. El estilo del director fue bien descripto por Peña como "minimalista" y es increíble la libertad con la que mezcla las formas, los espacios y el tiempo. Dieron "Air!" (una línea horizontal que servía de cable para que posen los pájaros, de superficie de una pecera y de tantas otras cosas, 10 aires), "Cat's cradle" (una bizarra persecución entre humanos y seres de diversas formas, 9 aires), "An old box" (una caja en la calle que derivaba en otra historia delirante, 8 aires), "On land, at the sea and in the air" (pantalla dividida para contar varias historias que se entrecruzaban, con elementos que pasaban de un lado a otro, 10 aires), "Home on the rails" (una pareja por cuya casa pasa el tren, 9 aires), "Oh, what a knight" (un caballero que va a rescatar a una doncella, 9 aires), "Sunny side up" (un náufrago en una isla desierta, 10 aires) y "The writer" (una historia que sucede en un libro que escribe un tipo y en donde la Muerte cobra un papel preponderante, 9 aires). Como se imaginarán, las descripciones entre paréntesis sólo se refieren al "argumento" (si se lo puede llamar así) de los cortos, no a su forma, o sea que no describen la imaginación que había en ellos. Y lamentablemente no me pude quedar a escuchar las preguntas y respuestas que habría con el director porque me tuve que tomar un supertaxi (el primero de los dos únicos taxis que me tomé durante el festival, por suerte) para…
-…llegar al Abasto a las 23:45 y ver "Strange circus". Resultó un film oriental que sigue la senda de violencia, sordidez y revelaciones de "Oldboy", aunque no tiene su mismo nivel. Una película de suspenso con una historia bastante atrapante que, para los puedan soportar sus fuertes momentos, es puro popcorn cinematográfico, en el buen sentido de la expresión (aunque la evidente intención de mostrar algo "fuerte" es quizás mayor que el interés por narrar la historia en sí). 7 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 5: el día de menos cine

-A la salida del Colón me dirigí al Atlas Recoleta para ver "Loft", otro film de suspenso de Kiyoshi Kurosawa (nada que ver con Akira). Éste fue otro de los films en los que cabeceé un poco, pero era una muy agradable historia con muertes, fantasmas y romances. Y humor, por suerte, aunque el giro cínico del final era innecesario. A pesar de que la vi en estado zombie la recomiendo: 8 aires.
-Viernes 14, feriado. Tenía compradas sólo dos entradas para este día, y planeaba ir a comprar a los cines para los espacios restantes (para aprovechar al máximo el festival, que era la intención original) pero estaba tan cansado que decidí ir a ver solamente las películas para las que ya tenía entrada. Así que fui al Abasto recién a las 13:30 a ver "La herencia", un clásico del cine argentino de los 60s en versión restaurada. Era una comedia cínica con el gran Juan Verdaguer y resultó realmente muy interesante (aunque la segunda mitad no era tan ágil e interesante como la primera) y tenía, como muchos films argentinos de esa década, cierto aire "modernoso" e intelectual que puede haber envejecido un poco. Pero aún así fue una función de la que no me arrepiento: 7 aires.
-Después de pasar por mi casa a seguir descansando de tanto ir y venir, volví al Abasto para ver a las 19:30 "The forsaken land", el primer film de la competencia oficial que vi. Ambientado en Sri Lanka, el film muestra las historias de varios personajes en medio de un ambiente en el cual parece que en cualquier momento se viene una guerra (aunque más bien es un ambiente de posguerra… o quizás las dos cosas). Bastante pretenciosa, algo de sus ambiciones la hacía buena (en especial en los momentos en que un viejo le narra leyendas a una nena), pero el feeling general es que es un típico film "profundo y paisajístico sobre la guerra y las relaciones humanas para ver en un festival de cine". O sea, nada brillante, 6 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 4: mi experiencia proletaria

-Jueves 13, salgo del trabajo (mi último día laboral en 11 días, por suerte) y me dirijo al Teatro Colón a hacer la cola para ver “El acorazado Potemkin” en la ubicación Paraíso. Sí, las ubicaciones buenas eran realmente caras (no iba a pagar 25 pesos para ver una película), así que por la módica suma de un peso me dispuse a ver parado por una hora y cuarto un hiperclásico que hacía nueve años que no veía, por primera vez en fílmico, en copia restaurada y completa y con el agregado de la orquesta del Colón tocando en vivo la música que el director Sergei Eisenstein había querido que acompañase al film. Una película es imagen y sonido y, contra lo que se podría pensar, la música de un film mudo (cuando era pensada junto con la película) es increíblemente importante, porque, al ser mudo, la música es justamente lo único que escuchamos, así que puede constituir fácilmente un 50% de la experiencia. O sea que desde el momento de su estreno en 1925 hasta ahora, todos los argentinos habíamos visto un Potemkin que no era el verdadero Potemkin (imaginen que Spielberg moría en 1981 y los estudios se adueñaban de “Los cazadores del arca perdida” y le ponían canciones de rock, quedando en existencia sólo unas pocas copias del film con la partitura original de John Williams… el feeling de la película sería ciertamente diferente).
Bueno, la cosa es que se abrieron las puertas del Colón y entré nomás con el proletariado, las masas populares que también habían gastado, como yo, un peso para ver un film "revolucionario" de parados y en la ubicación casi más lejana al escenario. Por suerte, yo fui de los primeros y nadie me tapaba, así que pude ver bien. El director del festival Fernando Martín Peña hizo un intento de chiste ("Mis disculpas a los que esperaban al otro Fernando Peña"), especificó las condiciones en que se había visto el film en su momento y las distintas fuentes que se usaron para su restauración y luego presentó al restaurador del film, el alemán Enno Patalas. Como nadie le había traducido a éste las palabras de Peña, el tipo contó exactamente lo mismo sobre el proceso de restauración del film, sin saber que para el público resultaba una situación levemente jocosa por escuchar lo mismo dos veces.
Mientras tanto, se empezaba a sentir un agradable olor a humedad, un sonido de tormenta que venía de afuera del teatro (luego me enteraría que había sido una GRAN tormenta) y, créanme, algunas gotas de lluvia… ¡adentro del teatro!
Bueno, la película empezó y todo anduvo bien, aunque un par de veces el público chifló porque no aparecían los subtítulos. El film sigue funcionando ochenta años después de su estreno, aunque pueda fácilmente ser tildado de simplista. La orquesta hizo lo que tenía que hacer, o sea, tocar. Y donde más se valoró la experiencia de escuchar la música que había sido pensada especialmente para el film (y el hecho de escucharla en vivo) fue en el crescendo dramático del final, donde el buque se prepara para una posible batalla y la música va creciendo en suspenso y dramatismo contagiándole una gran tensión al espectador, cosa que con cualquier otra música funcional de fondo no habría sucedido. El film fue hecho para que esa escena sea vista con esa música y, efectivamente, de esa manera resultaba una experiencia mucho más interesante.
Ah, el mítico momento del cochecito cayéndose por las escalinatas de Odessa (que mucha gente esperaba ver por primera vez, ya que inspiró innumerables referencias en "Los intocables", "Bananas" y muchos otros films) está a la altura de su fama, aunque más especial que ver el cochecito cayendo solitario es verlo cayendo entre la multitud de gente que corre y escapa de los soldados.
Al finalizar la proyección (10 aires ¿o esperaban otra cosa?), la orquesta recibió un gran aplauso de cinco minutos o más y luego todos nos encaminamos a la salida (aunque yo hice un tour personal por los pasillos del teatro y me metí en algún palco vacío para ver qué se sentía). Afuera había dejado de llover y la 9 de Julio se veía un poco solitaria.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 3: una expectativa que me durmió y una tapada que me encantó

-Entonces, miércoles 12, 19:30 en el Abasto: “A tale of cinema”. Una película recomendada por muchos, incluso por el señor de Mundo del Cinismo (a quien no hay que tomar al pie de la letra cuando defenestra un film, pero sí hay que darle bola cuando elogia algo). En mi caso, fue el primer film del festival en que cabeceé. Quizás la película no era del todo lenta, pero esa semana yo todavía estaba trabajando, despertándome a las 07:30 AM, con lo cual a veces estaba medio zombie… o quizás la película sí era un poco aburrida. Fue interesante verla en ese estado, porque cada vez resultaba más extraña, con una misma escena que se repetía interpretada por otros personajes. En mi estado de zombie, creo que cuando terminó la empecé a entender. 7 aires.
-Luego de una rápida escapada a mi casa, volví al Abasto a ver “Se arrienda” a las 22:30, del escritor chileno Alberto Fuguet, que debutaba en la dirección con esta película. Ya desde el comienzo me atrapó (además, desde “Machuca” que el habla de Chile me produce fascinación), con los personajes yendo a ver el recital de Amnesty de fines de los 80s al país vecino, Argentina. Luego el film seguiría principalmente a uno de esos personajes, con cuyo desencanto e ideales no es difícil identificarse. Fue por esa identificación que la película "me pudo" aunque no mostrase ningún manejo especialmente talentoso de los medios cinematográficos (mentira: hay una escena cercana al final donde un personaje ajeno al relato monologa durante casi diez minutos, y está filmada muy bien). 8 aires.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 2: los avisos institucionales

-Miércoles 12: mi primera función del Abasto, a las 19:30, y aquí pude ver por primera vez los avisos institucionales que anteceden a los films: había cosas obvias y molestamente modernosas como las propagandas de Metrovision y Look and Take, pero las verdaderas barbaridades fueron las dos propagandas “novedosas”. Una es el aviso de Proyecto 48, “un espacio creado para descubrir y poner a prueba a nuevos directores de cine que se animen a filmar un corto en sólo 48 horas”, en palabras de Gastón Pauls, quien habla a cámara con una actitud física que denota su intención de “querer explicar las cosas claramente”, como una figura paternal. Aparece también Julieta Cardinali, el epítome de lo cool, con anteojos negros, explicando que hay que “filmar, editar y entregarlo terminado o en la condición que esté en ese momento”, con una voz con la que quiere mostrarse segura y conocedora del tema aunque quizás no tenga idea de lo que está hablando. También aparece Soledad Villamil (la que menos hace el ridículo, aunque sus líneas no la ayudan: “El reloj corre, no para. La ansiedad crece”) y luego reaparece Pauls, con un inexplicable “Se filma o no se filma”. Inexplicable porque no se entiende si es una interrogación (“¿Se filma o no se filma?”) o una “duda tirada al aire” (como “Ser o no ser”), y en cualquiera de los dos casos es ridícula porque no hay ningún verdadero dilema: el que se preste a este proyecto hará lo posible para filmar y punto, no existiría una conveniencia de “no filmar”. Igual lo más ridículo de todo es que el proyecto no tiene que ver con el cine ni con el talento, sino con un juego innecesario y arbitrario (como llevar gente a la tele y ver quién aguanta más tiempo prendiéndose fuego en la cabeza mientras canta una canción… el día que eso pase, no tendremos salvación).
El otro aviso ridículo es el institucional de Clarín. Se ve un galpón, se escucha el ring de un teléfono y el siguiente diálogo: “No atiendas, eh… no atiendas” “No pasa nada…”. A continuación, una explosión, FIN y los títulos, que consisten en dos actores y una dedicación “en memoria de” esos dos mismos actores. Claro, como que murieron en esa explosión, porque es un film independiente, la explosión era real, no había dobles… ya entendí. Ésa es la manera en que Clarín caracteriza al cine independiente (“Clarín te invita a ver un cine hecho a pulmón”), cosa que se refuerza porque la música que suena en esos títulos ficticios es una melodía tarareada a capella por una mujer, como que no hay plata para instrumentación o para pagar canciones. Si el institucional de Clarín fuese sólo eso, sería sólo una idea estúpida y de muy poco gusto. El problema es que pocos segundos después hay otro institucional de Clarín, y dos ya es demasiado. ¡Encima es exactamente la misma idea, o sea, es EXACTAMENTE IGUAL al otro pero la explosión es en un choque en vez de en un galpón! Además, el tipo que tararea la melodía esta vez es tremendamente INSOPORTABLE; quizás es cómico escucharlo una vez, pero si uno tiene que ver no uno sino dos avisos institucionales de Clarín, con ese particular ingenio (y los dos prácticamente iguales), unas tres o cuatro veces por día, durante 13 días… el resultado es tremendamente contraproducente. Efectivamente, al tercer día ya había gente que los silbaba, cosa que se fue intensificando con el paso del tiempo, hasta llegar a un sentimiento cuasicomunitario de “buu, todos contra Clarín y sus propagandas idiotas”.
Bueno, hablé sólo de los institucionales y no de la película. Sigue en el próximo post.

Crónicas del Festival de Cine: Parte 1: introducción a la crónica

El BAFICI (siglas de Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, para el que todavía no lo sabe) terminó hace una semana, y dio para pensar un montón de cosas, algunas no del todo esperanzadoras, sobre la ideología de los multimedios y los organizadores, la distribución de las películas, la predisposición de los espectadores y el estado del cine actual, del arte en general y de la crítica y análisis de cine en particular. Pero en esta serie de posts que rememoran los días del festival no voy a reflexionar sobre ninguna de esas cosas (o al menos no me lo propongo explícitamente; si sale algo sobre esos temas, que salga…). Solamente haré una breve reseña sobre los films que vi, una suerte de diario de viaje que no se propone tener la calidad de tantas críticas incisivas que andan dando vueltas en el ciberespacio.
-Martes 11. Del trabajo llego al Malba para ver a las 20:15 “Last days” de Gus Van Sant, anunciada como una continuación estilística de “Elefante”, que me había fascinado. Pero “Last days” me decepcionó un poco. Van Sant pone como centro del film a una suerte de alter-ego de Kurt Cobain en sus últimos días, y parte de sus actitudes y movimientos torpes resultan encantadores, sí, pero la película termina aburriendo un poco (y no les digo cómo bostezarían los espectadores acostumbrados a films narrativamente más ágiles). Pero de todos modos le pongo 8 aires; la película es una búsqueda extremista de las posibilidades narrativas o expresivas cuando se parte de la nada. Simplemente, no fue de mi gusto (y decepcionó bastante al público en general).
-Luego vendría, a las 22:30, “Greaser’s palace”, una comedia-western que es una versión parodizada de la historia de Jesús. Fernando Martín Peña, director del festival, se refirió al realizador del film como “el padre de Robert Downey Jr… y viendo este film, se entiende por qué su hijo quedó así”. En efecto, es una de las experiencias más voladas y surrealistas que vi jamás en el cine, con momentos hilarantes y tiempos muertos que provocan nerviosismo y molestia en el espectador (lo cual era, efectivamente, el efecto buscado). 7 aires.
Y la frase que quedó flotando fue “If you feel, you heal”…