-Miércoles 12: mi primera función del Abasto, a las 19:30, y aquí pude ver por primera vez los avisos institucionales que anteceden a los films: había cosas obvias y molestamente modernosas como las propagandas de Metrovision y Look and Take, pero las verdaderas barbaridades fueron las dos propagandas “novedosas”. Una es el aviso de Proyecto 48, “un espacio creado para descubrir y poner a prueba a nuevos directores de cine que se animen a filmar un corto en sólo 48 horas”, en palabras de Gastón Pauls, quien habla a cámara con una actitud física que denota su intención de “querer explicar las cosas claramente”, como una figura paternal. Aparece también Julieta Cardinali, el epítome de lo cool, con anteojos negros, explicando que hay que “filmar, editar y entregarlo terminado o en la condición que esté en ese momento”, con una voz con la que quiere mostrarse segura y conocedora del tema aunque quizás no tenga idea de lo que está hablando. También aparece Soledad Villamil (la que menos hace el ridículo, aunque sus líneas no la ayudan: “El reloj corre, no para. La ansiedad crece”) y luego reaparece Pauls, con un inexplicable “Se filma o no se filma”. Inexplicable porque no se entiende si es una interrogación (“¿Se filma o no se filma?”) o una “duda tirada al aire” (como “Ser o no ser”), y en cualquiera de los dos casos es ridícula porque no hay ningún verdadero dilema: el que se preste a este proyecto hará lo posible para filmar y punto, no existiría una conveniencia de “no filmar”. Igual lo más ridículo de todo es que el proyecto no tiene que ver con el cine ni con el talento, sino con un juego innecesario y arbitrario (como llevar gente a la tele y ver quién aguanta más tiempo prendiéndose fuego en la cabeza mientras canta una canción… el día que eso pase, no tendremos salvación).
El otro aviso ridículo es el institucional de Clarín. Se ve un galpón, se escucha el ring de un teléfono y el siguiente diálogo: “No atiendas, eh… no atiendas” “No pasa nada…”. A continuación, una explosión, FIN y los títulos, que consisten en dos actores y una dedicación “en memoria de” esos dos mismos actores. Claro, como que murieron en esa explosión, porque es un film independiente, la explosión era real, no había dobles… ya entendí. Ésa es la manera en que Clarín caracteriza al cine independiente (“Clarín te invita a ver un cine hecho a pulmón”), cosa que se refuerza porque la música que suena en esos títulos ficticios es una melodía tarareada a capella por una mujer, como que no hay plata para instrumentación o para pagar canciones. Si el institucional de Clarín fuese sólo eso, sería sólo una idea estúpida y de muy poco gusto. El problema es que pocos segundos después hay otro institucional de Clarín, y dos ya es demasiado. ¡Encima es exactamente la misma idea, o sea, es EXACTAMENTE IGUAL al otro pero la explosión es en un choque en vez de en un galpón! Además, el tipo que tararea la melodía esta vez es tremendamente INSOPORTABLE; quizás es cómico escucharlo una vez, pero si uno tiene que ver no uno sino dos avisos institucionales de Clarín, con ese particular ingenio (y los dos prácticamente iguales), unas tres o cuatro veces por día, durante 13 días… el resultado es tremendamente contraproducente. Efectivamente, al tercer día ya había gente que los silbaba, cosa que se fue intensificando con el paso del tiempo, hasta llegar a un sentimiento cuasicomunitario de “buu, todos contra Clarín y sus propagandas idiotas”.
Bueno, hablé sólo de los institucionales y no de la película. Sigue en el próximo post.
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