Monday, December 03, 2007

Crónicas desde el Monumental (The Police en River)

Prólogo: hace 10 años, casi 11…
Enero de 1997. Con unos amigos vacacionábamos en un complejo de cabañas a medio construir en la costa. El último día teníamos pensado ver el amanecer, pero nadie tenía despertador. ¿Cómo asegurarnos de levantarnos a tiempo y no perdérnoslo? En un rapto de locura, me ofrecí a quedarme despierto toda la noche, a lo cual todos accedieron. Y esa noche la pasé escuchando el box set “Message in a box”, cortesía de uno de los compañeros de división que se encontraba allí, a quien llamaremos Glopi. Esa caja de 4 CDs contenía toda la discografía oficial en estudio que había sacado The Police, más algunas rarezas. Yo ya conocía los clásicos 12 o 13 hits de la banda, pero esa noche terminé de fanatizarme y de descubrir otras joyas musicales menos conocidas. Lo malo es que era una banda que se había separado cuando nosotros teníamos 4 años, así que nunca podríamos verla en vivo…

Presente.
Diciembre de 2007. Ya es sabido que este año será recordado por el regreso de un trío musical-rockero-amarillo-y-rojo-supersónico-jodón-y-serio-al-mismo-tiempo-estribillero-espectacular-con-un-cantante-cuyo-registro-vocal-se-mantiene-a-pesar-del-paso-del-tiempo. No, no hablamos de Soda Stéreo, sino del molde original: The Police. Veintisiete años después de su última visita a la Argentina, la Policía ha vuelto, y este evento se perfilaba tan imperdible que por una vez no me fue difícil convencer a cuatro acompañantes para que fuésemos a ver un recital.
Considerando que estábamos en popular (o sea, casi lo más lejos que se podía estar de la banda), la visión del escenario y de todo el estadio era muy buena. A las 19:30 salió Beck, telonero de lujo, por cierto, pero su performance resultó un tanto decepcionante. A pesar de tocar prácticamente todos sus hits (“Devil’s haircut”, “Where it’s at”, “The new pollution”, “Loser” y varios más), su show sólo pudo groovear a los que se encontraban cerca del escenario, ya que el resto del estadio se mantuvo bastante indiferente. Daba la impresión de que el tipo tocaba con algo de desgano. O quizás simplemente por estar muy lejos no pude apreciar su energía. O quizás simplemente tenga que emitir la firme opinión de que la música de Beck no me emociona.
A las nueve y veintipico, cuando las luces del estadio se apagaron y sonó “Get up, stand up”, no pude evitar pensar en las imágenes de la gira de Amnesty que trajo a Sting a la Argentina en 1987. Era la señal de que se venía el regreso, y, en efecto, con una puntualidad inglesa casi criticable (empezaron ANTES de las 21:30), The Police salió al escenario y sonaron los primeros acordes de “Message in a bottle”, un hiperclásico absoluto que podían reservar para el final pero eligieron como perfecto comienzo. En el momento de la frase “Woke up this morning, don’t believe what I saw, a hundred billion bottles washed up on the shore”, las luces del estadio se prendieron para que Sting y sus policías vieran cuántos billones de botellas había ahí perdidas en esa costa. Y no eran billones, pero lo parecían. A continuación llegó “Synchronicity II”, con su hermoso riff de guitarra, mientras las pantallas se llenaban de rojos, azules y amarillos cuasicomic que emulaban la portada del álbum del mismo nombre. Desde ese tema quedó claro que la cuestión visual no era algo descuidado en este regreso. Y durante toda la noche fue evidente que la banda mantenía ese espíritu jovial y juguetón que los caracterizaba hace 30 años, permitiéndose variaciones y zapadas varias en el medio de la mayoría de las canciones.
Luego vino “Walking on the Moon”, y el escenario se iluminó como un cráter que envolvía al baterista Stewart Copeland. Después se escuchó el poco conocido “Voices inside my head”, que se transformó con la llegada del poderoso estribillo de “When the world is running down, you make the best of what’s still around”. A continuación, la banda tocó “Don’t stand so close to me”, y, por un lado, tuvimos la suerte de que la interpretaran como en su versión original (y no como la versión más “FM” que hicieron en 1986, que fue la más exitosa en Argentina), pero, por otra parte, teniendo en cuanta el estatus de “clásico” de esa canción, fue uno de los momentos menos poderosos de la noche.
Luego se despacharon con un par de bienvenidos “hits pero no tanto”: “Driven to tears” y “Truth hits everybody”. Y después, el estadio deliró, porque lo que se escuchó fue la intro de “Every little thing she does is magic”. Aquí, como en casi todo el show, Sting hizo corear al público los correspondientes “i-oooh… i-oooh” que no faltan en casi ninguna canción de la banda. Pero creí notar algo de decepción en su rostro cuando el tipo calló algunos versos para escuchar cómo el público los cantaba y descubrió que la mayoría no se sabía la letra 100%.
Luego vino uno de los mejores momentos de la noche, si no el mejor: Copeland se levantó y empezó a tocar toda la percusión posible que tenía a su alrededor (que incluía un gong y un xilofón) para ese sutil comienzo de “Wrapped around your finger”. Ahí el que deliró fui yo. Pero el resto del público sólo ovacionó cuando escuchó el sombrío riff de guitarra de Andy Summers. A continuación vinieron los innecesarios pero lamentablemente infaltables “De do do do, de da da da” y “Invisible Sun”, canción fea si las hay. Y luego Sting agarró un instrumento muy autóctono que no alcancé a ver si era una quena o qué, y se despacharon con “Walking in your footsteps”.
Se veía venir el final, para el que reservaron una seguidilla de temas bien míticos, comenzando con la obsesiva “Can’t stand losing you” (durante la cual, según la prensa, mecharon parte de “Regatta de blanc”, aunque no la reconocí, porque sólo escuché ese tema una vez en mi vida). Luego, unos acordes de guitarra que el público había esperado toda la noche: los de “Roxanne”, otro tema donde la banda mostró cómo apropiarse del pasado desde un presente en el que se permiten jugar y “jazzear” más sobre las viejas canciones. Lamentablemente, no faltó la parte donde Sting repite ochenta veces “I won’t share, I won’t share, I won’t share, I won’t share, I won’t share, I won’t share you with another boy”. Pero créanme que nadie se quejó. Al terminar la canción, la banda se retiró por un par de minutos, y una de mis amigas dijo “¿No van a tocar “King of pain”? Qué mal…”, a lo cual le respondí “Sí, la van a tocar…y si no lo hacen, te doy diez centavos”. Vale aclarar que esa canción es espectacular, merece todas las loas posibles y es muy significativa para mí y mucha gente que conozco, como mi amiga. Bueno, volvió el grupo al escenario, le grité a Sting “¡Tocá “King of pain”!” y, según parece, el tipo me escuchó, porque eso fue lo que sonó a continuación. Y todos felices, aunque para completar el éxtasis hicieron la apoteótica “So lonely”, que en vivo pasa de ser un temita pop de cuatro minutos a ser todo un tour de force musical, que resultó, junto con “Wrapped around your finger”, lo mejor de la noche.
Y claro, faltaba “Every breath you take”. Lindo tema, como todos saben, quizás el más masivo de su repertorio, parecía ser el indicado para cerrar la noche. En efecto, la Policía saludó, Sting se fue del escenario, Copeland también, pero quedó Andy Summers, que comenzó a tocar otro de sus rockerísimos riffs de guitarra, ante lo cual los otros dos regresaron. Y vino el último bis: “Next to you”, una de esos olvidados temas de la primera época, que sirvió para cerrar el recital a toda gloria. Despedida del trío, y chau... una lenta salida hacia la cotidianeidad de las calles de Buenos Aires. Sólo faltó la hermosísima “Tea in the Sahara”, pero no se puede pedir todo, ¿no?

Epílogo: some time in the future...
Se acaban todas las guerras, los recursos del planeta son aprovechados de manera de asegurar la subsistencia de toda la población, todos viven felices, y vuelve The Police a la Argentina (y tocan “Tea in the Sahara”). Y también vuelven Roger Waters, Bob Dylan, The Cure, Joanna Newsom, Peter Gabriel… Y vienen Randy Newman, Joni Mitchell, The Who…

Thursday, August 30, 2007

Crónicas desde el ND Ateneo: Los Cocineros en Buenos Aires

Y finalmente se dio: en uno de sus esporádicos aterrizajes en Buenos Aires, los cordobeses de Los Cocineros llegaron al ND Ateneo (teatro mítico hoy en día si se habla de “nichos culturales cool”). Y desplegaron, cuándo no, un show con toda la onda y el encanto que los caracteriza.
Este servidor consiguió su entrada gracias a los generosos trámites de una amiga y co-fan a quien mantendremos en respetuoso anonimato (salvo que pida lo contrario), con quien además presencié el recital. Llegué al teatro después de unas cervezas compartidas con compañeros de trabajo, con un espíritu auspicioso para escuchar las divertidas y trágicas canciones de esta banda… que, sorpresivamente, comenzó el show con un riff que metió a todos en clima: el del comienzo de su hiperclásica “El arte culinario de amarte”. Con esa canción que en otras épocas reservaban para el final se metieron al público en el bolsillo, y fue un delicioso placer volver a escuchar frases como “Cocinando una cebolla descubrí una gran verdad: no sos el único motivo que me puede hacer llorar”. Y si de canciones míticas e infaltables hablamos, lo que siguió también fue un hit de su repertorio, la potente “Io cerco la Titina”, tema tradicional interpretado como una canzonetta napolitana que desata todo el poderío vocal e histriónico de la cantante Mara Santucho.
A continuación se coló un tema nuevo que yo no conocía y luego pasaron a otro cover: “Eres una flor, una estrella, la luz”, una cumbia hecha y derecha de Rey Pelusa. Después regresaron a otro de sus míticos hits (parece que decidieron no hacer esperar a los fans sus canciones más representativas): sí, el tango “Fumando espero” volvió a transformarse en una cumbia divertida y festiva que arrancó a muchos de sus butacas. Desde ese momento, a los costados de la platea no dejó de haber gente parada en ningún momento. La obligada seguidilla de temas de su último álbum incluyó “No te rías de mí” (cantada por el factótum masculino de la banda, Alfonso Barbieri), “Quién fue” (una de las pocas canciones de este disco que me llega a fascinar tanto como las anteriores joyas de su repertorio) y “Fácil frágil”, tema interpretado por la guitarrista, trompetista y corista Sol Pereyra. Desde mi juicio personal, los temas de este último álbum mantienen el espíritu y el estilo de la banda pero no se me hacen necesarios ni particularmente perdurables, como la mayoría de su repertorio previo. Por suerte, a continuación se mandaron con un clásico que yo nunca los había escuchado tocar en vivo, la grandiosa “Estación del olvido”. Y luego Alfonso Barbieri volvió a ser el protagonista para entonar, cada vez con más gracia y carisma, la infaltable “Flores y sandías”. De aquella época faltaron algunas imperdibles como “Mami” (de Chico Novarro) y “No te creo” (canción que nos daba la posibilidad de escuchar en vivo en un mismo tema la frase “Que se vayan todos” y el riff de guitarra de “Seven nation army” de los White Stripes), pero bueno, con cinco discos a cuestas ya es imposible que esta banda interprete todo lo que uno quisiera, o todo lo que uno considera los temas más recordados de su repertorio.
Volviendo a los temas de su último álbum, siguieron con “El miedo” (algo así como un soplo de aire fresco), “La bailarina” (algo así como un tema que yo podría calificar maliciosamente como “de relleno”) y “Cabeza de edificio” (algo así como un perfecto resumen del género “cumbia contaminada de otros géneros” que la banda cultiva tan bien, en este caso mechando en trompeta la melodía de “Love story” de Francis Lai). Luego, Sol Pereyra volvió a tomar la voz líder para el clásico y bienvenido “Mercurio”, y, “siguiendo con el resentimiento femenino” (Pereyra dixit) llegó el mejor tema del último álbum, el clásico instantáneo “Mejor que nunca” (sí, el de “Pasa por pasa y presentamelas…”), que en vivo sonó, efectivamente, mejor que nunca. Un tema obviable del nuevo disco (para mi gusto al menos) fue “El mundo”. Y cuando alguien pidió un tema del primer disco, el carismático bajista Fonsy Denaro respondió “Esta banda ha evolucionado y se ha ampliado… Hay temas que ya no hacemos”. Fue dicho en tono gracioso, pero la parte de verdad que había en esa afirmación parece indicar que ya no podremos volver a escuchar una despojada joya como “Cariño bonito”. Al menos nadie puede decir que esa ampliación de la banda (que comenzó como un trío acústico y hoy es un sexteto) no está bien aprovechada: la interpretación de cada canción usa de manera precisa los elementos disponibles, logrando una especial combinación de rock, bolero, cuartetazo, ranchera y música disco, muchas veces todo en un mismo tema.
Fin de la digresión. Luego del tema siguiente (“Amor de músico”, de Los Palmeras), la banda se despidió, aunque obviamente volvieron para unos bises, comenzando por otro de los nuevos clásicos, la graciosa y por momentos rapera “Requiem para Popi”. Y, claro, no podía faltar la “Ranchera del té”, otra genial contaminación musical que mezcla música mexicana y “El barbero de Sevilla”. En ese momento, gran parte del público estaba metida en el típico trencito humano que se forma casi siempre que suena esta canción en un recital de Los Cocineros. Finalmente, la banda se despidió con su versión “no solemne” del clásico folclórico argentino “Cuando llegue el alba”. Y ahí sí, se fueron, dejando a muchos con ganas de más. Habían pasado “sólo” una hora y cuarenta minutos, y uno, rememorando interminables shows en La Vaca Profana, deseaba un mínimo de dos horas, pero bueno… nadie se quejaba. Habían sonado veinte canciones, y una energía arrolladora que valía por mil horas.

Monday, July 09, 2007

Nieve

Y sí, está nevando en Buenos Aires. Yo que pensaba hacer un post sobre lo poco que vi en televisión del megarrecital Live Earth (en especial de la performance de Madonna), y otro post sobre cómo fue el día del ballotage (donde nuevamente tuve que ser presidente de mesa), y otro post sobre una casa enorme que podría apodarse The Office, bastante cómoda para 20 personas pero donde ya casi no caben 35, y otro post sobre un lindo momento vivido en la biblioteca de la Alianza Francesa, escuchando en vivo a Pablo Dacal y rodeado de algunos seres queridos...
Bueno, esos posts se postergaban, y finalmente llegamos al día de hoy, donde me parece imperativo decir que está nevando. O sea, dejé de lado crónicas personales y ahora me parece imperativo decir algo que en realidad es obvio, algo que no hace falta leer en ningún lado porque se puede ver a simple vista. Pero es así. Nieva en Buenos Aires, después de casi 100 años (o toda una vida, que es al mismo tiempo más y menos que 100 años). Y la gente sale a la calle (o solamente a sus balcones) y se saca fotos, juega con la nieve, o simplemente observa. O camina. La gran mayoría libera su parte lúdica, maravillados por algo que nunca pensaron que verían.
Nieva en Buenos Aires.

Thursday, June 07, 2007

Confesiones de un presidente de mesa

Así es, fui presidente de mesa en las elecciones del domingo 3 de junio. Me llegó una carta del Tribunal Superior de Justicia instándome a que me presentara como primer suplente, pero como faltó el presidente tuve que ocupar ese cargo yo. Y también faltó el segundo suplente, así que fui la única autoridad no partidaria de mi mesa (hubo cuatro fiscales de distintos partidos políticos "ayudándome" o "vigilando", según se prefiera).
¿Anécdotas? No muchas. Lo obvio: me firmé el documento a mi mismo, y algunos familiares. También a un compañero de la primaria a quien no veía desde hacía once años. Vi a Mauro Viale, pero no votó en mi mesa. Y, como yo era el "responsable" de la urna y no podía despegarme de ella, me la llevé al baño dos veces (con un policía custodiando, por supuesto). También bajé dos veces a la planta baja con la urna para que votasen personas con alguna discapacidad que les imposibilitaba subir las escaleras.
Y, claro, firmé ochenta mil planillas y formé parte del conteo de votos. En esa instancia, las fiscales dejaron de ser buena onda e hicieron todo lo posible por terminar cuanto antes e irse, dejándome para que terminara todo yo (no estuve solo mucho tiempo, veinte minutos nomás). ¿Votos raros? No, sólo un par de sobres tenían boletas cortadas en pedacitos, y uno que tenía una foto de chicas en bikini.
Cada tanto debía entrar al cuarto oscuro para chequear que hubiera boletas de todos los partidos y que estuviesen en orden. Y ahí fue donde vi las cosas más curiosas: boletas mezcladas, pilas enteras dadas vuelta, boletas de una pila intercambiadas con las de otra pila, y boletas de un partido puestas arriba de todo de muchas pilas de otros partidos.
Casi me daban ganas de decirle a cada votante: "Podés pasar... ¡y no me desordenes las cosas ahí adentro!"

Próxima entrega: Confesiones de un presidente de mesa... en ballotage

Monday, April 30, 2007

Esto es lo que usted no verá en este blog

Y sí, a pesar de que poca gente lea este blog, no podía dejar pasar todo el mes de abril sin postear nada. Así que, simplemente porque se me canta, voy a mencionar los siguientes eventos a los que he concurrido en los dos últimos meses, de los cuales muy probablemente NO encontrarán ninguna crónica en este blog.

-Show teatral/musical de Los Amados en el Teatro Maipo.
-Recital de Gustavo Cerati en La Pampa y Figueroa Alcorta.
-Recital de Los Cocineros, el grupo de rock argentino más alegre y ecléctico, en Niceto.
-Recital de Roger Waters en el estadio de River Plate.
-Festival de Cine Independiente Buenos Aires 2007.
-Recital de Nacho Vegas, el verdadero Bob Dylan español, en Harrod's.
-Recital de Yann Tiersen en Harrod's.

Es que todo no se puede... Hasta el próximo post.

Wednesday, March 21, 2007

Me tiraron el I-Ching

Bah, en realidad no sé si se dice "me tiraron", el I-Ching no son cartas, es un libro. Lo que tenés que "tirar" son unas monedas raras (que tenés que mojar al tiempo que te lavás las manos, y luego tenés que "secarte" en ellas). Entonces, según como salen esas monedas, te corresponde cierto "dictamen" del I-Ching sobre la duda por la cual lo estás consultando.
La cosa es que, del total de ese dictamen, sólo un 15% se ajustaba a lo que pregunté. El resto de la respuesta decía algo así como hay que castigar a los conspiradores (?), aunque no a los secuaces (???). Todavía tengo que dilucidar quién es conspirador y quién es secuaz. Y uno se acercaba a esto buscando respuestas claras...

Thursday, March 08, 2007

Crónicas desde el Planetario: Pedro Aznar en vivo (sí, fue en enero, pero no me anduvo la PC por dos meses...)

Domingo 28 de enero, 20:30. Llegué media hora tarde al recital gratis que Pedro Aznar daría afuera del Planetario, pero, como suponía, al principio estaría tocando solamente Roxana Amed, quien no me interesaba tanto (a pesar de que llegué justo cuando interpretaba una interesante versión de “Durazno sangrando” de Invisible). Lamentablemente, la mayoría de los medios no había avisado que primero tocaría esta mujer, así que las 5.000 personas que pretendían ver a Aznar a las 20 tuvieron que soportar una hora de espera escuchando a una artista que no les interesaba. Por mí todo bien, pero me dio lástima por ella: en uno de sus últimos temas, la gente empezó a aplaudir antes de que terminara la canción por lo impacientes que estaban, pero ella, interpretando equivocadamente el motivo del aplauso, dijo “Bueno, vamos a hacer un tema más”, a lo cual el público le respondió “¡Nooo!”. Esa negativa sonó bien fuerte, pero ella siguió su plan y se mandó los últimos dos temas de su minirrecital.
A continuación llegó Pedro, solitario con su guitarra, y se mandó con “Lina de luto”, muy buen comienzo para un recital. Lo raro de este concierto es que había sólo un músico con su guitarra frente a 5.000 personas. Incluso él mismo llamó la atención sobre eso, diciendo que le alegraba este intento de “recitalcito de fogón pero multitudinario”. Las dos canciones que siguieron fueron la gloria para sus fans: “Tu amor”, de su repertorio junto a Charly García (canción reconocible ya desde los entrecortados rasgueos de guitarra del comienzo) y el romanticón (en el buen sentido) “A primera vista”, que casi se podría decir que es más conocida por la versión de Aznar que por la de su autor original, Chico César. Después siguió “Fotos de Tokyo”, que en versión acústica me gusta mucho más que la versión original del álbum del mismo nombre. Luego interpretó “A un gato”, un poema de Borges musicalizado por Aznar en 1999, en ocasión del centenario del escritor argentino, pero debo decir que, de ese proyecto de musicalización de poemas, yo hubiese preferido que tocase algo como “Buenos Aires” (nadie puede contra la frase “No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”).
El tema siguiente fue “Después de todo el tiempo”, bello pero un poco largo para mi gusto. Luego, Pedro invitó al escenario a Roxana Amed, que, remitiendo humorísticamente al rechazo previo que había sufrido por parte del público, dijo de manera autoconsciente “Otra vez yo…”. Y el tema que interpretaron en conjunto fue una versión en castellano de “Amelia” de Joni Mitchell, incluida en el último disco de Amed. Esto fue grandioso para mí porque amo la música de Joni Mitchell y ese tema en especial, que tiene una de las líneas de bajo más acogedoras que se hayan creado, pero no estoy muy seguro de que al público en general le haya fascinado este tema (la Mitchell no es muy “masiva” en la Argentina). Luego se fue la Amed del escenario y Pedro le rindió homenaje al fallecido baterista Oscar Moro (compañero suyo desde los tiempos de Serú Girán) interpretando un tema de Los Gatos (banda primigenia argentina donde también tocó Moro) que, según dijo, fue uno de los primeros rocks en castellano que escuchó en su vida: “El rey lloró”.
Entonces Pedro anunció una seguidilla de seis temas que formarán parte de su próximo disco, todos covers de canciones que él ama y que le “enseñaron” sobre el arte de escribir canciones. A continuación se escuchó una intro de guitarra que hizo aplaudir a todos los que la reconocieron, y los que no lo hicieron al instante sí aplaudieron cuando se escuchó el primer verso y resultó evidente qué canción era: “I was dreaming of the past…”. Sí, era “Jealous guy”, el enésimo cover de John Lennon que hace Aznar. Y después de un tema de un ex beatle, ¿qué podía sonar? Efectivamente, un tema de los Rolling Stones. Otra intro de guitarra inconfundible y otra canción romanticona en el mejor sentido: “Angie”. Después vino una en castellano: “Credulidad”, de Pescado Rabioso (tardé en reconocerla, aunque por la melodía y la letra era evidente que se trataba de un tema de Spinetta). Luego Pedro volvió al inglés para un tema de otro fallecido ex beatle: la gloriosa “Isn’t it a pity” de George Harrison, versionada en castellano. La seguidilla de covers de su próximo álbum finalizó con la cereza que faltaba: “Confesiones de invierno” de Sui Géneris. Si algo le faltaba a Aznar, era versionar a esa banda. Por si suena como una crítica, aclaro que no lo es, y que esta canción hoy en día le sale mejor a él que al propio Charly García, que ya no puede entonar tan bien (algunos dirán directamente que ya no puede entonar, pero no yo).
Volviendo a su repertorio más tradicional, Pedro hizo “Amor de juventud” y luego otra de las sorpresas de la noche: “Yo tengo tantos hermanos” de Atahualpa Yupanqui. Y siguiendo con Yupanqui, a continuación sonó como un hermoso regalo “Soledad, Jujuy, 1941”, uno de los poemas inéditos de Atahualpa que varios artistas musicalizaron en 1999 para un álbum tributo. Éste es, en mi opinión, el mejor tema de ese álbum, y hacía más de dos años que no lo veía a Pedro interpretarlo en vivo, así que escucharlo esa noche fue algo maravilloso, y se ve que mucha gente opinó lo mismo por los impresionantes aplausos que recibió. Luego, Aznar pasó al destornillador, y no, por enésima vez, no me refiero a la bebida, sino a la herramienta, que utiliza para tocar el bajo en “Muñequitos de papel”, un tema sombrío que le da pie para exhibir su maestría habitual en ese instrumento. Al terminar, Pedro se fue del escenario y, para los primeros bises, volvió nuevamente con Roxana Amed y su banda, para interpretar una gran versión de “Friends” de Led Zeppelin, incluida en el último álbum de Amed. Luego volvió a quedar solo y se mandó con uno de los temas que escribió dentro de Serú Girán: “A cada hombre, a cada mujer”, que suele usar para terminar sus shows. Efectivamente, Pedro se fue, pero regresó para el último bis, otro cover de John Lennon que sería la última de las 20 canciones de la noche: “Love is real”. Algún malintencionado podría acusar a Aznar de complaciente con su público, ya que los covers que eligió son fácilmente reconocibles y “masivos”, pero, como él mismo dijo, son las canciones con las que creció, las que siempre quiso tocar. De todos modos, lo que hace este repertorio de covers es confirmar que la relevancia de Pedro Aznar no es la que tiene como compositor, sino como instrumentista y cantante (su increíble y elástica voz es uno de los secretos a voces de la música argentina). Esto no quiere decir que no haya escrito buenas canciones, pero, dentro del total de su obra como solista, las composiciones propias ocupan bastante menos de la mitad, sobre todo desde que en los últimos años sacó álbums casi íntegramente dedicados al folclore argentino y a la música brasilera. Pero, más allá de si interpreta temas propios o ajenos, nada de eso habla de su calidad como prodigador de emociones: en eso, que es lo que realmente importa, es un grande.

Thursday, March 01, 2007

Tarde pero seguro: pequeñas reseñas de los estrenos de cine del 2006

Y creo que con ese título queda todo claro. Ah, no, falta decir algo: en este post no se develan las posibles sorpresas ni los finales de ninguno de los films que se mencionan, así que, adelante, pueden leer sin miedo y luego verter sus opiniones.

-“La canción más triste del mundo”: a pesar de que se estrenó pasada mitad de año, yo la ubico al principio porque ése fue mi orden cronológico, ya que la vi en el Festival de Cine de Buenos Aires del 2004 y entonces es el primer estreno del 2006 que yo haya visto alguna vez. Lamentablemente el estreno comercial fue en proyección de DVD, pero yo la había podido ver en fílmico. El nuevo enfant terrible canadiense, Guy Maddin, mezcla estilos y formas de hacer cine para entregar una delirante comedia dramática en blanco y negro sobre una competencia para encontrar, justamente, la canción más triste del mundo. Seguro este film será culpado de ser extravagante o bizarro, pero creo realmente que hay una verdadera película debajo de toda esa brillantina y ese aire de film mítico y de culto (que es un aire que se puede dar cualquier película con el solo objetivo de ganar público). Sobresale Isabella Rosellini, con ese hallazgo de piernas que contienen cerveza. Además, hay apuntes interesantoides sobre la Primera Guerra Mundial y las diferencias entre las idiosincracias de diversos países. El blanco y negro tiene aquí un granulado casi de película muda, eso le agrega encanto. Y, por supuesto, está la música. Un gran melodrama trágico con humor: 9 Aires

-“La historia del camello que llora”: otra que vi antes en el Festival de Cine de Buenos Aires, esta vez el del 2005. Un documental con toques pintorescos sobre una familia de Mongolia que trata de solucionar el hecho de que una camella rechace a su camellito. Pero esos toques pintorescos hacen que el film se sienta un poco falso, y de hecho creo estar de acuerdo con El Amante en que el montaje de este supuesto documental intenta crear una historia donde no la hay. 4 Aires.

-“Sueño de una noche de invierno”: ésta es otra que vi en el Festival de Cine de Buenos Aires del 2005, del director de “Como barril de pólvora”. Una madre y su hija autista, refugiadas serbias, toman la casa de un preso, y cuando éste sale de prisión y vuelve a su hogar comienza una inesperada pero dulce convivencia con ellas. La eterna duda de qué es un golpe bajo se aplica a este film: yo creo que no hay ninguno en esta película, siento que me emocionó con buenas armas, pero el recuerdo de la muchacha autista me genera dudas. Pongámosle 8 Aires, con algunas reservas.

-“Capturando a los Friedman”: como las anteriores, se estrenó a mitad de año pero yo la había visto el año anterior, en cable. Es un documental sobre una familia a la que rodean rumores y juicios sobre acoso sexual a menores de edad. No sé si el tema suena interesante, pero la visión de esta película resulta verdaderamente apasionante, primero porque la familia sobre la que trata es tan jugosa que daría para una miniserie, pero además porque, aún sin decirlo explícitamente, este film muestra que son pocas las certezas que podemos tener sobre un tema. No es una película con una “hipótesis” preprogramada, sino que investiga y muestra una cadena de acusaciones, relatos, filmaciones, opiniones… es decir, muestra la única realidad cognoscible, sin llegar nunca a estatuir una verdad absoluta. 10 Aires.

-“Memorias de una geisha”: el director de “Chicago” volvió con otro proyecto ambicioso, esta esperada adaptación de un best-seller que Steven Spielberg quiso dirigir durante muchos años pero terminó solamente produciendo. Lástima, porque quizás él hubiese hecho una notable película. Lo que quedó es una rutilante telenovela oriental, cosa que de por sí no es mala, pero podría haber sido un film mucho mejor. A diferencia de mucha gente, no me molesta que los roles principales de japonesas los hagan actrices chinas: viva el show y la grasada. Elogio el aspecto novelesco de la historia, las frases hechas, el despliegue escénico… es entretenimiento, y no aburre para nada. Lástima que pudo haber sido mucho más que simplemente una historia para pasar el rato. 5 Aires. Y agradezco a la amiga que me regaló su entrada gratis para el preestreno.

-“Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero”: uno podría esperar que este film sea infantil en el sentido peyorativo del término, pero la verdad es que está bastante cuidado en todos sus aspectos y en su progresión narrativa. Esto último, lamentablemente, no se aplica tanto a la segunda mitad como a la primera, que es realmente brillante. Las confrontaciones finales, en cambio, no despliegan la imaginación o el amor por la narración que se vio durante la primera mitad. Los protagonistas humanos están aceptables, pero el gran problema es que no se siente creíble que quieran arriesgar sus vidas por un mundo que apenas conocen. “¡Aslan!” gritan, alentando al león mesiánico como si lo conociesen de toda la vida y el espectador tuviese que sentir como real esa relación… cosa que no se siente. Ah, y ese costado alegórico (el león como Cristo) sólo distrae y no hace que la historia sea más interesante. Y no me digan que eso pertenece a la novela original, porque no es excusa: al hacer una película se pueden hacer cambios, se DEBEN hacer cambios. De todos modos, 7 Aires por narrar una agradable aventura.

-“Los hermanos Grimm”: a diferencia de lo que sucedía hace muchos años, ahora Terry Gilliam no es bien considerado por la crítica. Le dieron con palos a este film, pero no se lo merecía (el que sí es una bazofia engañosa y supuestamente “artística” es su film posterior, “Tideland”, que acá no se estrenó). La de los hermanos Grimm es una ficcionalización que contiene todas las constantes del estilo de Gilliam, que mezcla personajes quijotescos, humor negro, asquerosidades físicas, ambientes sombríos y efectos especiales. La presencia de Jonathan Pryce (referencia a “Brazil” y “Las aventuras del Barón Munchausen”) es bienvenida, y los demás personajes, tanto los principales como los secundarios, logran ser lo suficientemente interesantes. Con algo de placer culposo, le doy 7 Aires.

-“Munich”: otra cuasi-obra-maestra de Steven Spielberg. Otro asombroso cambio de registro en su filmografía, ya que, si bien puede encuadrarse dentro de sus films de “temática social y/o histórica”, el estilo de este film es bien distinto de “El color púrpura”, “El imperio del Sol”, “La lista de Schindler”, “Amistad” y “Rescatando al soldado de Ryan”. La temática es bien setentista, casi la de un film que le podría haber interesado a Costa Gavras: un grupo del Mossad debe eliminar a varios terroristas palestinos, como represalia por los asesinatos de atletas judíos ocurridos en las Olimpíadas de Munich. Pero no sólo la temática es setentista, también lo es el feeling de la película, con una narración que a pesar de ser episódica nunca aburre y se apoya constantemente en actuaciones sublimes de no-estrellas (aplausos para todo el elenco, en especial Eric Bana y Ciaran Hinds) y en una maestría visual como pocas veces hemos visto en films de Spielberg (lo cual ya es mucho decir). Muchos la criticaron por no “jugarse” por uno de los dos bandos, lo cual es ridículo, ya que lo que hace la película es mostrar lo que todos sabemos pero no está mal recordar: la violencia sólo engendra más violencia. Como ejemplo está la toma final, donde vemos, casi disimuladas, las Torres Gemelas, que no tienen relevancia para esa escena pero están ahí, generadas por computadora, recordándonos que el presente de ese film derivará en más guerra y paranoia. 10 Aires.

-“El increíble castillo vagabundo”: hace un par de años dejé pasar “El viaje de Chihiro” porque la estrenaron doblada. Esta vez decidí no arrepentirme y salir a ver la nueva película de Hayao Miyazaki, ya que, mientras el doblaje no sea terriblemente malo, sus films deben ser experimentados en la pantalla grande y granulada de un cine. Es la historia hermosísima, imaginativa, cuasi-ecológica y demasiado fantasiosa (en el buen sentido) de una chica que se hace vieja por un hechizo pero no pierde vitalidad y vive aventuras impensadas junto a Mowl, un hombre-niño-muchacho-mago que la enamora. Cada segundo es una hermosura visual (y a veces emocional) a la que nos debemos entregar dejando todas las leyes de la física y la racionalidad afuera de la sala. 10 Aires.

-“Buenas noches y buena suerte”: el segundo film como director de George Clooney recibió, como el anterior (“Confesiones de una mente peligrosa”), muy buenas críticas. Cuenta la historia de Edward Murrow, un periodista empeñado en hundir al senador McCarthy, principal responsable de la “caza de brujas” de mediados de siglo XX. Es raro que esta historia en blanco y negro y sin muchos aspavientos atraiga tanto público, pero no importa: más que la temática, me gustó el mood de época que despliega el film, la sensación de veracidad que logra transmitir cada momento y la cercanía con los personajes que se siente al ver cómo los protagonistas comparten diarios, cafés, cigarrillos, ideología. Ah, y la relación entre Robert Downey Jr. y Patricia Clarkson es genialmente sutil. 8 Aires.

-“Johnny y June, pasión y locura”: un biopic sobre músicos, en este caso con Joaquin Phoenix como Johnny Cash y Resse Whiterspoon como June Carter. Ella está brillante (y ganó el Oscar, aunque eso no signifique nada), él no tanto pero zafa. Las performances vocales de ambos son buenas: lo malo es que, justamente, al terminar el film escuché a un espectador decir “Me voy ya a comprar un CD de Johnny Cash”, como si hubiese sido cautivado por su voz, cuando en verdad la voz de Cash nunca se escucha en toda la película. Bueno, sí, en los títulos del final, pero no es suficiente. Un playback de Joaquin Phoenix con el sonido original de Cash habría sido bienvenido. El comienzo del film y algunos momentos puntuales hacen que valga la pena verlo, pero la falta de sorpresa y de un estilo jugado atentan contra el resultado general. No es un terrible desastre ni una gran película: 5 Aires.

-“Soldado anónimo”: la nueva película del director de “Belleza americana” y “Camino a la perdición”. ¿Qué quiere decir eso? Que si observamos su filmografía hasta la fecha notaremos que sus films van siendo cada vez mejores, aunque todavía no llegan a ser grandes películas (para empezar, “Belleza americana” fue muy sobrevalorada, pero eso es otro tema). Este film bélico-dramático-con-toques-de-humor-cínico es ciertamente muy interesante, y lo tengo bastante olvidado; creo que se merece otra visión. Recuerdo que Jake Gyllenhaal ponía todas las ganas para hacer una performance intensa en el rol protagónico, y lo lograba. Y por el resto de mis recuerdos del film (que no son muchos), le doy 7 Aires.

-“Secreto en la montaña”: la nueva película de Ang Lee, que desarrolla una vez más la eterna dicotomía entre la pasión y la mesura (tema que el taiwanés ya exploró a lo largo de diversos géneros, en “El banquete de bodas”, “Comer, beber, amar”, “Sensatez y sentimientos”, “La tormenta de hielo”, “Cabalgando con el diablo”, “El tigre y el dragón” y “Hulk”). En este caso, es la famosa historia de los “cowboys gays” que supuestamente iba a ganar el Oscar pero terminó perdiendo. Dejando el cholulismo de lado, es un buen film, no la obra maestra que muchos decían ni el “qualité hollywoodense” que otros criticaban. Yo estaba tan cansado que cabecée varias veces, pero recuerdo que los dos protagonistas estaban sublimes en sus roles, y el final lograba emocionar. Un melodrama con todas las letras, dicho esto en el buen sentido. 8 Aires.

-“Orgullo y prejuicio”: leí rápido la novela de Jane Austen para poder apreciar mejor su adaptación cinematográfica, porque había oído que era fiel en el buen sentido, es decir, no fiel a cada página sino al espíritu del libro. Y, definitivamente, me encontré con la mejor y más disfrutable película del año. Una comedia deliciosa a la que muchos acusarán de telenovelesca, pero ¿cuál es el problema si está narrada con verdadera pasión por los personajes, por la narración y por el cine mismo? Cada recurso cinematográfico y cada performance estaban perfectamente usados al servicio de una historia de amor que también emanaba un humor recibido como una bocanada de aire fresco por el público. A diferencia de la la miniserie de la BBC basada en la misma novela, aquí la adaptación logra ser CINE. 10 Aires.

-“Impulso adolescente”: una película con varias de las características típicas (que muchos llamarían tics) del “cine independiente yanqui actual”: personajes llamativos, música sensible, una visión que trata de diseccionar al american way of life… Bueno, por suerte todo esto está narrado con un estilo más cercano al de “Historias de familia” (uno de los mejores films del año, y lo digo impunemente sin haberlo visto) que al cinismo inteligentoide de “Belleza americana”. Nada genial, pero es un film para ver al menos una vez. 7 Aires.

-“El descenso”: una muerte explícita al comienzo nos hace temer que el film sea otra muestra de horror “descerebrado para dolescentes” con efectos especiales feos, poco interés por la narración y mucho énfasis en el impacto. Pero no: esta película es realmente brillante, con personajes de verdadera carnadura humana (sobre todo la protagonista principal, que sufre una interesante transformación de víctima a guerrera) y una tensión constante en su segunda mitad, lograda no a base de efectismos baratos sino de pura tensión y talento. Un grupo de mujeres explora cuevas recónditas y, por supuesto, algo sale mal. Explicar la naturaleza del horror que viven los personajes sería eliminar la posibilidad de sorpresa, ya que el terror que se siente viene de muchos costados. La película regala varias escenas para atesorar, algunas de horror puro y otras más ambiguas, como el final, uno de los más tristemente hermosos que haya visto en mucho tiempo. 9 Aires.

-“Destino final 3”: ya saben cómo es esto: un grupo de personas se salva de la muerte, pero, como “debían” morir, cada una irá pereciendo inevitablemente de maneras horrorosas. Es la contracara de “El descenso”, o sea, esta sí es una película de terror descerebrado para adolescentes. Aunque no tanto: hay un cuidado por generar tensión en cada momento que antecede a una muerte, y la verdad es que el montaje de esas escenas es magistral. Esta tercera parte es una buena amalgama entre el interés que provocaba la primera y el sadismo de la segunda. Ah, no la vean si suelen usar camas solares, porque se les irán las ganas… 6 Aires.

-“Derecho de familia”: sí, recuerdo esta película, parecen haber pasado años desde abril… Una vez más, Daniel Hendler es el protagonista de un film de Daniel Burman, y esta vez parece ser el cierre de su trilogía sobre “la familia/sociedad judía”. Suena pretencioso, pero no lo es: nos identificamos fácilmente con todo lo que vemos en pantalla, una historia casi sin conflicto aparente, sobre un hombre que se enamora, se casa, tiene un hijo, trabaja como abogado al igual que su padre… Una historia sencilla, ¿no? El director logra imprimirle veracidad, simpatía y empatía a cada escena, y el todo resultante alcanza los 8 Aires. Y viva la trampa sana.

-“V de venganza”: yo estaba en un mood especial cuando lo vi, así que, sin ser nada novedoso, este film popcorn sobre una revolución futurista liderada por un enigmático personaje logró conmoverme. Quizás lo único novedoso es que hacía tiempo que Hollywood no daba un blockbuster “narrativamente normal” pero bien contado y que pudiese atrapar al espectador, con un tema (dictaduras y revoluciones) que podría haber derivado en simplificaciones obscenas pero que está expuesto con verdadera garra y corazón. Suerte que vi el film antes de leer la historieta en que se basaba, sino quizás no lo hubiese disfrutado tanto. El vengador anónimo principal, que comanda su venganza desde las sombras al estilo de “El Conde de Montecristo” o “El fantasma de la ópera”, es uno de los personajes del año. Y la carta de la chica lesbiana que la protagonista lee en su cautiverio es sencillamente conmovedora. Tampoco voy a decir que el film es una brillantez, pero son 7 Aires, y se disfruta mucho más que lo indica ese nimio puntaje.

-“El plan perfecto”: éste es el film más “industrial” y taquillero en la carrera de Spike Lee, y no está nada mal que así sea, porque cuando se pone rebelde y “fuera del sistema” le salen cosas más regulares y pretenciosas. Este policial llevadero tiene a Denzel Washington intentando resolver una toma de rehenes durante un asalto a un banco, y en el elenco también están Clive Owen, Jodie Foster, Willem Dafoe y Christopher Plummer. Pero, más allá de las correctas actuaciones, lo mejor del film es su pulso y el talento para “filmar la ciudad” que tiene el director. 8 Aires.

-“Despertar del diablo”: no sé por qué sospeché que me gustaría esta remake del segundo film de Wes Craven (quien ya hacía películas de terror desde la década del 70, diez años antes de “Pesadilla” y veinte años antes de “Scream”). Por suerte, no me equivoqué: a diferencia de otras fallidas remakes del género que se pudieron ver en el 2006 (“La profecía”, “Terror en la niebla”), esta nueva versión toma lo mejor del original y no le agrega actualizaciones innecesarias, simplemente trata de recrear el horror en estos tiempos modernos pero con el mismo espíritu salvaje y desolado de la original. O sea: hay un brillante uso de los recursos necesarios para dar terror, y además todo funciona porque los personajes son creíbles. Dirigida por Alexandre Aja, típico caso de un “extranjero” a Hollywood que triunfa en su país de origen con un film supuestamente original y luego es llamado a USA para hacer una película “del montón”. Sin embargo, acá fue al revés: el film francés de este director, “Alta tensión”, es el que no vale la pena, mientras que su film hollywoodense es el que hay que ver. 8 Aires.

-“El nuevo mundo”: imágenes, sonidos y música que generan sensaciones, para eso existe el cine. Terrence Malick había dirigido sólo tres películas en treinta años: “Badlands”, “Days of heaven” y “La delgada línea roja”. Como en aquellas ocasiones, esta vez la espera también valió la pena. No por nada dicen que sus films son poesía en movimiento: la experiencia de verlos en pantalla grande nos hace testigos de algo más poético y emocional que narrativo. La historia de Pocahontas y su relación con los ingleses que llegaron a Norteamérica y comenzaron las colonias es todo lo grandiosa que se podría esperar de alguien como Malick… o sea que mucha gente que esperaba ver una prototípica “sucesión de eventos” de cualquier film de narrativa convencional salió decepcionada, sobre todo cuando a mitad del film se produce un cambio de protagonista masculino. Pero los que le dieron una oportunidad a esta forma distinta de entender el cine pudieron disfrutar de una película como pocas. 10 Aires.

-“Misión: imposible 3”: sin la cinefilia de Brian De Palma ni la desmesura de John Woo, esta tercera parte de la saga de espionaje parecía ser la más impersonal de las tres. En efecto, lo es, pero aún así logra ser lo suficientemente interesante como para no ser un blockbuster más “del montón”. Tom Cruise vuelve a (de)mostrar su gran presencia cinematográfica, y la película tiene varios momentos para el aplauso, incluyendo la última media hora, donde, ahí sí, las cosas se ponen delirantes y se alcanza un grado de “unicidad” que el film no había logrado hasta ese momento. 7 Aires, aunque estoy muy tentado de subirle a 8.

-“Alta tensión”: innecesario film de terror francés que le dio renombre internacional a su director, Alexandre Aja, quien luego fue llamado por Hollywood para hacer la ya comentada “Despertar del diablo”, a la que sí valoro mucho. Pero esta película anterior suya es una más con sadismo gore y vuelta de tuerca al final. Lo del sadismo lo perdono, porque igual la tensión está bien sostenida y el interés se mantiene hasta el final. Pero ese giro inesperado que cambia el significado de todo lo que vimos… no me quejo de que haya muchos films con vueltas de tuerca, pero aquí ese giro vuelve todo arbitrario y menos interesante de lo que era. Y, de hecho, arruina lo bueno que había tenido la película. 4 Aires.

-“X-men: la batalla final”: lamentablemente, Bryan Singer (“Los sospechosos de siempre”) no terminó la trilogía de estos superhéroes y se fue a filmar la nueva de Superman. El que tomó la posta fue Brett Ratner, cuyos antecedentes incluyen la (algo) aceptable “Dragón rojo”, “Rush hour” 1 y 2, “Hombre de familia” y “Al caer la noche”, una de las peores películas que vi en los útlimos años. Bastante poco auspicioso, pero por suerte la tercera parte de la saga de los hombres X no resultó un film malo, aunque está a años luz del estilo y desarrollo de las dos anteriores. Al menos tiene de interesante que varios personajes mueren o pierden sus poderes… ¿o no? La duda final que presenta el film es un acierto. Mientras tanto, la presencia de Ángel (el pibe con alas) es innecesaria (y eso que el prólogo está dedicado a él, como si fuese a tener una importancia relevante en el film, cosa que no sucede) y la casi ausencia de Rebecca Romjin-Stamos como la camaleónica Mystique es imperdonable. 5 Aires.

-“La profecía”: no vi el anterior film de John Moore, “Tras líneas enemigas”, pero oí buenos comentarios. Por eso confiaba en que esta remake del clásico de terror sería buena, pero no. Hace unos años, Gus Van Sant había dirigido una remake toma por toma de “Psicosis”, y había cometido el error de traicionar el proyecto incluyendo planos videocliperos cuasi-oníricos en el medio de escenas fundamentales del film. Bueno, acá sucede algo parecido: esta remake no sigue toma por toma al original, pero sí escena por escena, ya que es una filmación del mismo guión. Los protagonistas (Liev Schreiber y Julia Stiles) están bien elegidos, pero los golpes de efecto que pueblan los films de género en la actualidad bajan bastante la calidad del film. También lo hacen algunas (no todas) de esas escenas oníricas insertadas y la presencia de Mia Farrow. Pero la historia es tan interesante que, para el que no vio el film original, ésta puede ser una experiencia atrapante. Aunque, claro, si alguien no vio ninguna de las dos, ¿para que ver la remake si es exactamente igual al original y el original es mejor? 5 Aires.

-“Cars”: los estudios Pixar vuelven a unirse a los estudios Disney para demostrar una vez más que saben cómo contar historias, no sólo hacer chistes. Y, además, cuando hacen chistes no son puras alusiones a otras películas, como suelen hacer los films de Dreamworks. No, “Cars” es un film en serio, con espíritu, pasión e interés por lo que se cuenta. Una delicia visual, como siempre en Pixar, y un humor que incluye cosas como un personaje pidiendo la canción “Free bird” cuando se hace un silencio en medio de un discurso. Esa pavada de un segundo me mató, y es una muestra de lo juguetones e inteligentes que son los creadores de este film animado. 9 Aires.

-“Monster house: la casa de los sustos”: otra gran película de animación, producida por Steven Spielberg y Robert Zemeckis, quienes acertaron en la elección de un director que logró darle al film un tono “ochentoso infantil de misterio” al estilo de películas como “Los Goonies”. O sea, será de dibujos animados, tendrá a niños como protagonistas, pero a los adultos también les puede resaltar jugosamente disfrutable esta película sobre un niño que sospecha que una casa vecina está embrujada. Visualmente muy buena, y con un espíritu de aventura y diversión que muchos productos más ambiciosos envidiarían. 8 Aires.

-“Poseidón”: después de grandes films de género como “El barco”, “En la línea de fuego”, “Epidemia”, “Avión presidencial” y “Una tormenta perfecta”, el alemán Wolfgang Petersen había bajado la puntería con la pretenciosa “Troya”. Ahora levanta un poco con esta remake del film de género catástrofe “La aventura del Poseidón”. Pero no es que sea una gran película; es aceptable, pero lo bueno es que se asume como un film “grasa” de clase B en vez de como una superproducción (cosa que se ve desde el elenco y la corta duración), y eso se agradece, porque entonces el film parece menos falso y pomposo. Es, básicamente, una bienvenida sucesión de escenas de riesgo con alguna que otra muerte traumática y la bienvenida presencia (aunque no del todo aprovechada) de Kurt Russell y Richard Dreyfuss, juntos por primera vez. 6 Aires.

-“Vecinos invasores”: en el 2006 se estrenaron infinidad de films animados con animalitos salvajes como protagonistas. Éste es el único que vi. Por suerte no es una terrible bazofia, sólo es una pequeña (e indolora, hay que decirlo) muestra de lo innecesarias y marketineras que son estas películas. Me dirán que tiene un mensaje, una crítica a la sociedad de consumo. Les diré que eso no hace al film más llevadero o interesante. 5 Aires, y reafirmo lo dicho antes: los verdaderos creadores en el arte de la animación siguen siendo Disney/Pixar.

-“Superman regresa”: como ya dijimos, Bryan Singer dejó la franquicia de los X-men para dirigir esta nueva peli de Superman, que es una continuación de la “Superman II” de 1980. Es decir, es un film que se posiciona dentro de una saga ya existente, e intenta mantener su mismo estilo, encanto, humor e inocencia. Esto se observa ya desde los títulos del comienzo, que copian la tipografía y la música de los films de antaño, generando desde el vamos una gran emoción en los espectadores para los que esas viejas películas significan algo. Kevin Spacey y Parker Posey como los villanos logran una interacción tan jugosa como la de Gene Hackman y Valerie Perrine hace treinta años, y los dos protagonistas principales (Brandon Routh como Superman y Kate Bosworth como Lois Lane) están a la altura de las circunstancias, aunque sus performances no sean particularmente inolvidables. El film deace un poco en los últimos veinte minutos por un exceso de solemnidad, pero logra ser una gran aventura a la vieja usanza, es decir, más preocupada en el espíritu y el ritmo que en los efectos especiales (que los hay, y muy buenos, aunque las escenas en 3-D no hayan sido especialmente espectacualres). 7 Aires.

-“Piratas del Caribe: el cofre de la muerte”: el gran Gore Verbinski, director de las subvaloradas “La mexicana”, “Un ratoncito duro de cazar”, “La llamada”, “The weather man” y la brillante “La maldición del Perla Negra”, vuelve con una secuela de esta última. Tiene algo del encanto de la original, pero tanto se intentó explotar el éxito de la anterior que esta secuela dura mucho más de lo aconsejable y cansa por momentos. El timing para la acción y para el humor siguen presentes, pero la cantidad de pactos, alianzas y maleficios que despliega la trama hace que a veces se pierda el interés del espectador. Aún así, hay mucho para disfrutar en este film desparejo (como, desde ya, la primera aparición de Johnny Depp como Jack Sparrow), y esperemos que el año que viene el cierre de la trilogía sea tan brillante como la primera parte. 6 Aires.

-“La premonición”: otra película que se sube a la moda del J-horror (films japoneses de terror) inaugurada por “Ringu”, “Dark water” y otras. Pero ésta no es tan buena, básicamente porque los personajes no llegan a interesar (por más que en teoría sea un buen punto de partida tener a un tipo que no pudo evitar la muerte de su hija a pesar de haber tenido una premonición). Además, el mecanismo premonitorio llega a hacerse arbitrario y ridículo (más de lo normal en estos films). 4 Aires.

-“16 calles”: algunos pocos valoramos mucho este policial de bajo perfil que resulta uno de los mejores films de Richard Donner (“Los Goonies”, “Superman”, “Arma mortal” y “La profecía” original). Bruce Willis hace de antihéroe una vez más, esta vez transportando a un testigo en un trayecto en el que otros policías corruptos querrán verlo muerto. Salvo por el edulcorado momento final, Donner dirige esta película con precisión y maestría visual y narrativa. 8 Aires.

-“El centinela”: una de las películas más insípidas del año y de la historia. Como dije alguna vez, este film provoca tanto placer como la descripción de su argumento: “hay una conspiración para matar al presidente y el principal sospechoso escapa para probar su inocencia”. Siendo este sospechoso Michael Douglas, hay menos probabilidades de que sintamos algún tipo de emoción al ver este thriller. Y eso que está Kiefer Sutherland, pero ni él logra elevar el nivel de interés. Ni siquiera es una mala película que genera algún tipo de discusión: uno se olvida de “El centinela” dos segundos después de salir del cine. 3 Aires.

-“La dama en el agua”: sobre ésta sí se puede discutir. Lo normal sería decir que el nuevo film de M. Night Shyamalan (director de las brillantes “Sexto sentido” y “El protegido” y las no tan brillantes pero muy interesantes “Señales” y “La aldea”) es una infantilada sin pies ni cabeza, una creación de un mundo ficticio que no le puede interesar a nadie y que él se toma muy en serio. ¿Pero qué habría de malo en eso? Es cierto, algunas cosas suenan muy ridículas (como que el director se reserve el papel de un escritor cuya obra “cambiará al mundo”), pero el tipo sigue teniendo estilo y talento para crear mundos cotidianos e insertarles elementos fantásticos. Además, el protagonista es Paul Giammati (que está muy bien, como siempre, pero mejor que no aparezca en tantas películas al mismo tiempo porque vamos a empezar a hartarnos de él). Y esta vez, por suerte, no hay ningún innecesario flashback que nos “explique” la película como si fuésemos idiotas. Otra vez con algo de placer culposo, le pongo 5 Aires. No más, pero tampoco menos.

-“Vuelo 93”: Paul Greengrass, el director de “La supremacía de Bourne”, volvió a hacer un film de estilo “realista”, como su anterior “Domingo sangriento”. Esta vez el tema es nada menos que el secuestro de uno de los aviones del 11-9-2001, el que no llegó a destino porque, supuestamente, los pasajeros se rebelaron contra los terroristas y les quitaron el control del avión, derribándolo. No importa si lo que se narra dentro del avión es lo que sucedió o no; nunca lo sabremos, así que el film es una hipótesis. Pero su puesta en escena consigue hacernos sentir que lo vemos es real, y eso es lo que importa; a diferencia de muchas películas, este film genera algo. En la última media hora nos emocionamos físicamente, sintiendo un verdadero revoltijón en el estómago por el nerviosismo y la tensión de ver algo cuya conclusión, en teoría, ya conocemos, pero presenciamos aquí desde otra óptica. El final deja una sensación muy especial, mezcla de vértigo, tristeza y triunfo. 10 Aires.

-“El método”: no la vi en cine, pero la vi, así que es un “estreno comercial del 2006 que vi” y, por lo tanto, entra en esta lista. La nueva película de Marcelo Piñeyro vuelve a ser una crítica contra el sistema (como en “Tango feroz”, “Caballos salvajes”, “Cenizas del paraíso”, “Plata quemada” y “Kamchatka”), aunque esta vez los protagonistas intentar formar parte de ese sistema que el film critica. Un grupo de aspirantes a un puesto de trabajo debe pasar por una serie de pruebas de autoeliminación, a veces humillantes. La historia transcurre durante una tarde en un único ambiente, pero, como en los buenos films de Sidney Lumet, la unidad de espacio no quita interés a lo que sucede, y el film no es visualmente pedestre ni mucho menos. Los actores están muy bien, por ahí andan Eduardo Noriega, Najwa Nimri, Ernesto Alterio y Pablo Echarri, a quien hay que agradecer cada vez que haga alguna actuación distinta a la de “Montecristo”. 7 Aires.

-“Mi súper ex-novia”: regresó Ivan Reitman, y volvió a mezclar comedia con efectos especiales, cosa que viene haciendo desde “Los cazafantasmas” y “Evolución”. La carta para comprarse a gran parte del público son sus protagonistas: Uma Thurman es una superheroína que, bajo su identidad secreta, conquista a Luke Wilson, pero no logra retenerlo mucho tiempo. Muchos elogiaron el uso de los efectos especiales en este film, pero yo creo que no tienen nada de especial (de hecho, a veces se ven groseramente falsos, como cuando Uma le tira a su ex novio un tiburón por la ventana). Lo que sí está muy bien es el desarrollo de los personajes, aunque la resolución de los últimos minutos es, a mi gusto, bastante simplista y ochentosa en el mal sentido de la palabra. 6 Aires.

-“Miami Vice”: como sucede con Steven Spielberg y Terrence Malick, cada nuevo film de Michael Mann es esperado con interés, ya que estos directores siempre se toman en serio lo que tengan entre manos, sea del género que sea, y hacen valer el precio de la entrada. Aquí el tipo vuelve al policial, como en “Fuego contra fuego” y “Colateral”. Y le sale otro film tan “escondidamente brillante” como aquéllos. Olvídense de la serie “División Miami” y podrán disfrutar mejor de esta historia (aunque, como en “El nuevo mundo”, no tiene sentido verla en pantalla chica). La nula presentación de personajes es brillante: desde la primera imagen, desde el primer segundo, la película nos adentra en su mundo y nos lleva por un paseo visual y sonoro, como Mann sabe hacer bien. También son aplaudibles el apagado romanticismo del film y el final, tan de bajo perfil como el comienzo. Si hasta Colin Farrell y Jamie Foxx, que a veces están insoportables, dan sus mejores actuaciones: a diferencia de otras películas (como “Ray” o “Alexander”), aquí ellos no actúan, sino que logran ser sus personajes. 10 Aires.

-“Terror a bordo”: el responsable de las subvaloradas “Destino final 2” y “Celular”se mandó otro entretenimiento supuestamente trash. La historia de esta película es conocida: cuando por Internet se divulgaron su trama, su protagonista (Samuel L. Jackson) y su título (“Snakes on a plane”), empezó a ganar un público de culto (antes de estrenarse) que hasta amenazó con no verla cuando parecía que el título se iba a cambiar por otro. Un film con carácterísticas ochentosas: los personajes y muchas frases son bien clichés, pero eso no significa que el film sea malo (ni que sea bueno por ser “malo a propósito”, como muchos dicen). La historia está narrada con respeto por el arte del entretenimiento y el delirio, y realmente logra hacer pasar un buen rato. 7 Aires.

-“La punta del diablo”: Manuel Callau hace de un enfermo terminal que abandona la ciudad y su familia y se va de viaje sin rumbo fijo. Siguiendo a una chica que le puede interesar por más de un motivo, va a parar a un pueblito costero. Lamentablemente, estoy de acuerdo con lo que la crítica en general opinó de este film: los climas está muy bien logrados, pero las actuaciones parecen declamatorias, incluso la del mismo Callau. Pero había que verla en cine, por la interesante y desoladora fotografía. 6 Aires.

-“El ilusionista”: dentro de la moda de films sobre magos que hubo a fin de año, se dijo que esta película era más romántica mientras que “El gran truco” era más cerebral. Estoy de acuerdo, pero el problema es que en “El ilusionista” nunca llegué a sentir el romance entre Edward Norton y Jessica Biel como algo intenso o verdaderamente importante. Igual Norton está muy bien, y también Paul Giammati como el inspector que se debate entre seguir las instrucciones de los poderosos o hacer su deber y tener la conciencia tranquila (aunque sería bueno que no aparezca en tantas películas al mismo tiempo porque vamos a empezar a hartarnos de él… ya dije esto antes, ¿no?). De todos modos, el problema principal de este film es que toda su segunda mitad se apoya en un supuesto misterio que yo adiviné desde un comienzo, y no por mi sagaz inteligencia sino porque se ve venir a la legua. Si esa segunda mitad hubiese tenido otros intereses más allá de ese misterio, se habría disfrutado más. 5 Aires.

-“Pacto infernal”: el usualmente subvalorado Renny Harlin (“Duro de matar 2”, “La pirata”, “Riesgo total”, “Exorcista: el comienzo”, “Alta velocidad”, “Alerta en lo profundo”) dirige esta vez un film por el que sí merece vituperios. Si bien no es todo lo malo que se podría suponer, este thriller sobrenatural sobre enfrentamientos en un grupo de adolescentes con poderes no llega a interesar nunca, porque parece, justamente, una típica película “para” adolescentes protagonizada por jóvenes carilindos sin verdadero carisma. De todos modos, la solidez narrativa de Harlin sigue presente, pero eso sólo alcanza para 5 Aires.

-“Monobloc”: el último estreno argentino que alcancé a ver en cine en 2006 (la mayoría me las perdí) fue la segunda película de Luis Ortega, diametralmente opuesta a su primera, “Caja negra”. Con una ayudita de sus amigas (Carolina Fal, Graciela Borges, Rita Cortese) y su familia (Evangelina Salazar, la música de Palito Ortega), el tipo se mandó un cuasiexperimento que provoca una distancia inmensa entre el espectador y lo que sucede en la pantalla. Es obvio que la narración y la ambientación de este film son deliberadamente “no tradicionales”, lo malo es que con eso se logró algo interesante (como la brillante primera toma) pero no lo suficiente como para mantener la atención de la audiencia, que no tenía en dónde apoyarse para presenciar el film. 5 Aires, pero igual está muy bien que exista esta película diferente.

-“Los infiltrados”: luego del traspié de “El aviador”, Martin Scorsese vuelve a hacer un film grandioso. Lo es, aunque muchos lo critican por no estar a la altura de lo mejor de su obra. Eso también es cierto, pero no quita que éste sea un gran policial. Jack Nicholson hace de taquito un diabólico y pervertido personaje, pero las verdaderas glorias actorales del film son Leonardo Di Caprio (demostrando una vez más que es un buen actor), Matt Damon (demostrando adónde puede llegar cuando está bien dirigido) y Mark Whalberg (haciendo algo que yo no creía posible: no sólo actúa bien sino que está magistral). Esta historia de un policía infiltrado en la mafia y un mafioso infiltrado en la policía es una remake de la oriental “Infernal affairs”, que no vi. Muchos dicen que la original es más poderosa, y que gran parte de los méritos visuales y del guión de “Los infiltrados” son calcos de la otra. Es algo a tener en cuenta, pero sólo lo sabré cuando la vea. Mientras tanto, al regreso con gloria de Scorsese le doy 8 Aires.

-“El gran truco”: dos magos de comienzos del siglo XX mantienen una eterna rivalidad a lo largo de los años, perjudicándose mutuamente en la medida de lo posible. El argumento de por sí es interesante, pero, para hacerla más jugosa, la película está narrada de manera no lineal, con avances y retrocesos en el tiempo y varios misterios que se irán develando. Tiene algunos agujeros en el guión que le bajan su apreciación, pero igual ése no es su mayor problema. Mientras se ve este film se lo disfruta; lástima que resulta ser sólo un gran caramelo, algo para pasar el rato pero que nunca llegará a ser una obra perdurable, como sí lo pueden pretender otros films sobre obsesiones de este mismo director: “Memento” y “Batman inicia”. No eran películas perfectas ni mucho menos, pero tenían la intención de ser algo más que “films ingeniosos para pasar el rato”. Lo cual, de todos modos, no quita el entretenimiento que proporciona “El gran truco”: 6 Aires.

-“Casino Royale”: volvió Bond, James Bond. Ya no está más mi preferido, Pierce Brosnan, así que llamaron al director del primer film con Brosnan de la saga (“Goldeneye”) para ver si podía filmar el primer film de un nuevo Bond. Lo hizo, pero la intención era diferente desde el vamos: esta película cuenta los inicios del personaje, y despliega un ascetismo y realismo que la aleja de toda la saga, como si le quisiesen dar una nueva personalidad a Bond y un espíritu distinto a los films por venir, manteniendo sólo algunas características de los anteriores. Hay que decir que el intento dio resultado: este film es bueno no porque sea un buen film de James Bond sino porque es un gran film a secas. Daniel Craig está a la altura de las circunstancias, entregando fuerza y precisión en cada escena (no podría imitar el estilo de Sean Connery o Pierce Brosnan, pero no es eso lo que le piden, por suerte). Con dos fabulosas escenas de acción durante la primera mitad, la película va volviéndose un poco anticlimática en su segunda mitad, pero aplaudo esa decisión de no ir a lo seguro. Gran entretenimiento: 8 Aires.

-“Niños del hombre”: el mexicano Alfonso Gómez Cuarón, que hace grandes films en los más variados géneros (“La princesita”, “Grandes esperanzas”, “Y tu mamá también”, “Harry Potter y el prisionero de Azkabán”), vuelve a entregar otra obra de rigurosa puesta en escena e interés garantizado. En esta historia futurista en la que el futuro se parece mucho al presente, Clive Owen es un antihéroe al que las circunstancias sumergen en un viaje lleno de dramatismo, aventura y violencia. Lo único que le puedo criticar al film es que no me haya involucrado tanto emocionalmente como yo esperaba, pero eso depende de cada espectador, y además, a pesar de no ser sensiblera, sí logra movilizar, pero no con armas obvias sino con su uso de la fotografía y el montaje y una ambientación muy realista (por más que sea un film de ciencia ficción). Tres de las mejores tomas del año (y de la década, y de la historia) están en este film, y en verdad son sólo un ejemplo del hecho de que cada decisión artística que se tomó en esta adaptación es la correcta. Ah, y en esta película también se puede ver la fuga en auto más delirante del año. Y me olvidaba: viva Michael Caine. 8 Aires.

-“El custodio”: a pesar de que se estrenó a mediados de año, no la vi en cine, sino en pantalla chica, a fin de año. Esta película argentina ganadora de muchos premios internacionales pero que no fue demasiado favorecida por el público muestra, una vez más, que Julio Chávez tiene toda la pasta de los grandes actores. La minimalista historia del custodio de un ministro está contada, justamente, de manera muy minimalista: pocas veces a lo largo del film podemos saber con certeza qué está pensando o sintiendo el protagonista. Pero por eso mismo resulta interesante: la pericia en la realización del film y el misterio que rodea al personaje principal hacen que nos mantengamos intrigados por saber qué pasará a continuación, si tenemos paciencia, por supuesto, ya que no es una película que avance precisamente a toda velocidad… 8 Aires.