Prólogo: hace 10 años...
Cuando terminaba la escuela secundaria vi que en el programa del canal Volver “Puerta V” pasarían un recital de Roger Hodgson, cosa rara puesto que era un músico inglés, y yo pensaba que ese programa sólo pasaba recitales de música en castellano. La cosa es que vi la transmisión: ya conocía varias canciones de Supertramp, la banda que él había co-liderado tiempo atrás, pero esa noche descubrí muchas otras, y además varias del tipo como solista, que tenían también una respetable armazón de “joyitas pop” como en lo mejor de aquella subvalorada banda. Y me fasciné con “Death and the zoo”, un emotivo e intenso tema inédito que, junto al resto del recital, me hicieron lamentar no haber ido al concierto. “Pero la próxima vez que vuelva a Argentina, voy de cabeza”, pensé...
Presente: comienzos del año 2009
Diez años después, Roger volvió, y mi cariño por su música y sus modos gentiles no había desaparecido, así que fui a verlo nomás al Gran Rex. A tono con los tiempos cínicos que corren, antes de su aparición en el escenario una voz femenina en off anunció que “si ustedes quieren presenciar una parte importante del pasado y vivir una noche de grandes canciones... pueden comprar el DVD de Roger Hodgson que se encuentra a la venta en el hall del teatro. Mientras tanto, pueden vivir algo similar con la presencia en vivo de este artista”. INCREÍBLE!!! NUNCA HABÍA ESCUCHADO ALGO ASÍ!!! En vez de anunciar el recital como la experiencia principal y el DVD como atracción secundaria o posible “sustituto”, esta voz nos decía que lo principal era el DVD, y que “mientras tanto” podíamos escuchar a Roger en persona. Supongo (y espero) que él no tuvo nada que ver con ese caradurismo.
El recital empezó nomás con “Take the long way home”, obvia elección para un comienzo luego del cual Roger se lamentó de que hubiesen pasado diez años entre su anterior visita y ésta, y expresó su deseo de que todos viviésemos una vuelta al pasado escuchando estas canciones que forman parte de su vida y, ojalá según él, también de las nuestras.
A continuación siguió otro hiperclásico que cantó acompañado solamente por su guitarra acústica, “Give a little bit”, para pasar luego al gran piano de cola que ocupaba el centro del escenario. Durante todo el recital el tipo alternó entre este piano, la guitarra y un pequeño teclado que emanaba sonidos muy “Supertramp”. Y lo primero que hizo en el piano fue otro gran hit, el ochentoso (en el mejor sentido de la palabra) “Lovers in the wind”. Yo no recordaba esto, pero en la visita anterior sólo había dos músicos que lo acompañaban, así que esta vez fue bueno ver una banda completa en el escenario, banda cuyos integrantes tuvieron cada uno su momento de lucimiento (y donde no faltaba, como casi siempre en estos casos, un grandioso multiinstrumentista que cumplía varias funciones durante el concierto).
Así se fueron sucediendo temas como “Hide in your shell”, “Easy does it” (durante la cual los silbidos de la canción fueron coreados por el público como mantra de estadio), “The more I look” y “Sister Moonshine”, para luego llegar a una de las joyas más esperadas de la noche: “Breakfast in America”. Después de esta canción que este año cumple tres décadas de existencia, el propio artista bromeó sobre la letra: “Not much of a girlfriend, I never seem to get a lot... las cosas que uno escribe cuando es joven” dijo riéndose.
Durante el recital, varias veces Roger describía la génesis de una canción antes de interpretarla, como cuando dijo que le encanta la naturaleza y que una noche a la intemperie mirando las estrellas surgió la siguiente canción: “Lord is it mine”. A continuación siguieron otras joyitas pop, como “Along came Mary”, “Even in the quietest moments” y “You make me love you”. Luego explicó que cuando era chico tenía los típicos sentimientos de cualquier adolescente hacia la escuela, un lugar que le enseñaba muchas cosas pero “nada de lo importante”, y que esos pensamientos le inspiraron varias canciones. Y cuando parecía que ésta era la introducción para “School”, lo que se vino fue mucho mejor: nada menos que el mítico pianito de “The logical song”, probablemente el más grande éxito de Supertramp, y con justicia. El público deliraba, por supuesto. Y la alegría del señor Hodgson se percibía muy claramente: no hace nada mal al ego tener espectadores que expresen tanta devoción. Tanto es así que varias veces él pidió que se encendieran todas las luces de la sala para poder ver mejor al público.
Lo sorprendente que uno descubría viviendo el recital es que hay muchos más temas famosos de Hodgson de los que uno imaginaba en un principio, los suficientes como para que hayan quedado afuera clásicos suyos solistas como “Showdown” o “In jeopardy”. Y también faltó, lamentablemente para mí, “Death and the zoo” (pero al menos al llegar a casa hice lo que hubiese sido obvio en estos diez años: la bajé de Internet, y volví a escucharla después de una década de haberla tenido solamente en la memoria). Volviendo al concierto, seguro hubo otros temas que no estoy citando, ya que no conozco su obra tan al dedillo y por lo tanto no recuerdo todos los que tocó. Pero sí sonaron los clásicos “Child of vision”, “A soapbox opera” (típico ejemplo de los intereses trascendentales de Hodgson, ya que la canción fácilmente puede interpretarse como la expresión de la eterna duda sobre la existencia de Dios) y “Fool’s overture”, que incluyó todos los efectos de sonido de la versión original y ese piano tan de fines de los 70s...
Llegado el momento de los bises escuchamos las consabidas palabras “Bueno, ya les dije antes que escribí algunas canciones sobre la escuela...”. Y ahí sí, sonó “School”, muy bienvenida por la mayoría del público, que gritó las partes de sirena con gran complicidad. Y para finalizar, dos clásicos con un (p)optimismo a prueba de todo: “Dreamer” e “It’s raining again”. Era obvio que ése era el último tema, no podía ser de otra manera; cualquiera que estaba viviendo esa fiesta de sonidos se daba cuenta de que era el perfecto final. Y así fue como Roger Hodgson terminó su recital, dejando a todos más que contentos (y yéndose él muy contento, por cierto). Mucha gente menosprecia a Hodgson o a Supertramp por considerarlos un “intento de banda de rock progresivo” (cosa que para muchos es un insulto) o una banda hacedora de hits “típicamente FM”, pero el costado progresivo nunca resultó lo suficientemente pretencioso como para desvalorizarlos, y sus canciones típicamente pop son excelentes dentro de ese género (género donde reinaron los Beatles más complacientes, que, al igual que Supertramp, entregaban verdaderas gemas pop para el recuerdo). Toda esta defensa viene a cuento para decir: ¡no se lo pierdan la próxima vez!
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