En 2005-2006, cuando trabajaba en una editorial a la que llamaremos, para no develar su verdadera identidad, “B-Y”, tuve que encargarme de la documentación gráfica por un tiempo, es decir, era el encargado de revolver el banco de imágenes de la editorial (que consistía en diapositivas a ampliarse) para encontrar las fotos que ilustraran los pedidos de los autores (por ejemplo: “en esta página debe haber una foto de una madre llevando a la escuela a su hijo”). Al mismo tiempo, intentaba formar parte de la edición de los textos en la mayor medida posible. Por suerte, entró temporiaramente al staff una antigua co-worker que se ocupaba específicamente de la documentación gráfica, a quien llamaremos “Coralina de las Estepas Desoladas”. Esto era bueno por varios motivos. Punto 1: Coralina era (y debe seguir siendo) una persona muy copada. Punto 2: ella sabía más que yo sobre documentación visual y tenía acceso a otros bancos de imágenes externos a nuestra oficina. Punto 3: si ella se ocupaba del aspecto visual, yo podía dedicarme exclusivamente a la edición de los textos.
La cosa es que cuando ella llegó, yo ya había llenado una carpeta con imágenes seleccionadas para algunos capítulos de los libros en proceso, y le dije “Mirá, vos obviamente sabés más que yo de esto, entonces hacé tu research como si esta carpetita no existiera, y simplemente la tendremos guardada a un costado como posible alternativa a las imágenes que vos encuentres”. Así que separé esa carpeta y le puse encima una enorme hoja a la que le escribí bien grande “ALTERNATIVA”.
Días después empezó a trabajar en la editorial una pasante, que resultó ser otra persona muy copada a quien llamaremos “Monique Moulain”. Cuando vio el cuasipóster que decía “alternativa”, dijo “Me gusta eso”, y nos dimos cuenta de que parecía un slogan. Pero un slogan en el que la palabra “alternativa” no hacía referencia a algo fashion (como en “música alternativa”), sino al simple significado de “opción disponible por si las moscas”. El significado implícito de esa palabra suelta escrita en mayúscula pasó a ser para nosotros algo así como “busquemos alternativas para tener siempre disponibles, no sólo en el trabajo sino en la vida”, consigna tan imperativa como “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Nos parecía una idea tan positiva que le agregué un signo de exclamación a la palabra, y el resultado, “ALTERNATIVA!”, quedó como un bandera que nos acompañó a Coralina, a Monique y a mí hasta nuestra partida de la editorial.
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