“Duración: 90 minutos”. Eso era lo que decía el cupón de descuento que usaría para ver a una legendaria banda de rock que estaba pisando la Argentina por primera vez con un concierto en el Luna Park. “Qué lástima”, pensé, “ver a estos tipos míticos sólo por una hora y media”. Por suerte, el cupón se equivocaba...
Dentro del estadio alcancé a ver entre el público a varios argentinos que hacía 40 años que querían ver a este conjunto, como Rodolfo García (integrante de Almendra y Aquelarre) y Raúl Porchetto, y luego me enteraría de que también estaban entre el público Charly García, León Gieco, Nito Mestre, Fabiana Cantilo, Hilda Lizarazu... Era de esperar, ya que todos ellos mamaron de esta banda desde chicos. Y también era de esperar que, lamentablemente, entre el público hubiera varios espacios vacíos, pues no había habido mucha promoción, y además esa misma noche tocaba Noel Gallagher en otro estadio. Pero, como leí en varias crónicas, “todo aquel que sabía adónde había que estar, estaba en el Luna esa noche”.
Quince minutos después de la hora prevista, se apagaron las luces y entraron al escenario los músicos “sesionistas” y la atracción principal: Crosby, Stills & Nash, es decir, David Crosby (el gordito, pelado, con cara de bonachón y bigotes de fumón que había formado parte de The Byrds), Stephen Stills (quien integró la primera banda de Neil Young: Buffalo Springfield) y Graham Nash (ex cantante de The Hollies). “¡Por fin!” se le escuchó gritar a uno de ellos en perfecto castellano (no sé a cuál, pero quizás a Stills, ya que en varios momentos de la noche recurrió humorísticamente a este idioma), y acto seguido empezó la fiesta con “Carry on”, el primer tema de “Deja vu”, que es el primer álbum que el trío grabó con la colaboración de Neil Young (unión que cada vez que se repetía los hacía llamarse Crosby, Stills, Nash & Young). No sé qué esperaba el público, pero la fuerza rockera de la interpretación nos voló la cabeza a todos. Y, por supuesto, no está nada mal comenzar con “una bien conocida”. Siguiendo con ese criterio, los siguientes dos temas también fueron reliquias míticas de sus primeros discos: “Marrakesh Express” y “Long time gone”. Cuando Crosby cantó el primer verso de esta última (“It’s been a looooong time comin’...”), muchos que no la habían reconocido rompieron en aplausos. Paréntesis: si no vieron el film “Woodstock” (ganador del Oscar al mejor documental), háganlo ya, y se entenderá un poco más el aura mítica de esta canción.
Luego de esa gran seguidilla llegó el primer “no-clásico” de la noche: “Military madness”, del repertorio solista de Graham Nash. Fue uno de los varios momentos en donde el grupo dejó en claro su posición antibelicista que los acompaña desde su juventud hippie. Después volvieron a su “repertorio de grupo” con un tema que yo no conocía pero que resultó todo un hit (casi un “pop típico para radios”): “Southern cross”. Y luego llegó “Lay me down”, tema que forma parte del repertorio de Crosby & Nash como dúo. A continuación, Graham Nash volvió a su costado “comprometido” y regaló un tema reciente: “Almost gone (The ballad of Bradley Manning)”, canción en homenaje a un ex soldado yanqui disconforme con el ejército que fue apresado por develar secretos militares a Wikileaks.
Luego vino uno de los pocos clásicos que no conocía: “Bluebird”, de Buffalo Springfield. Pero cada vez me daba más cuenta de que este era un recital muy disfrutable incluso para alguien que no conociera ninguna canción. Básicamente, la música era genial y se notaba que los tipos disfrutaban lo que hacían y no estaban parados en un escenario sólo por dinero. Luego de esta canción se mandaron con “Wasted on the way”, otro agradable clasiquito en el que mostraron que son uno de los mejores exponentes en cuanto a armonías vocales se refieren. Y hasta se dieron el lujo de mostrar temas nuevos, como el que siguió, llamado “Radio”.
Después Nash, que era el que más oficiaba de interlocutor con el público, nos explicó que él es el que crea las melodías pegadizas, Stills es el que compone rock and roll y Crosby es el que escribe “the weird shit”. Y sí, fue el turno de una larga y jazzera versión de “Deja vu”, durante la cual hubo un momento de lucimiento para cada uno de los músicos “secundarios”. Incluso Nash tocó la armónica, momento muy aplaudido. Después de semejante apoteosis de aproximadamente 10 minutos, presentaron a los sesionistas (dos tecladistas, un baterista, un bajista y un guitarrista que también suelen acompañar a otros músicos como Jackson Browne, David Gilmour, Bruce Springsteen y Sting). Y luego llegó otro clásico, “Wooden ships”, que comienza de manera poco interesante para mi gusto pero se va poniendo uau. En vivo fue alargada con una gran zapada bien rockera, y los presentes nos terminamos de convencer de que Stephen Stills es uno de los mejores guitarristas del último medio siglo. Por otra parte, nadie parecía entender cómo era posible que el recital que estábamos presenciando superara de tal manera lo que habíamos esperado. Como ya había pasado hora y cuarto, yo temía que se acercara el final, pero, para alegría mía, Nash dijo “Nos vamos a tomar una pausa y volveremos en 20 minutos”. Era improbable que luego de esa pausa tocaran “sólo” 10 o 15 minutos, así que todavía quedaba mucho show...
Veinticinco minutos después, el grupo regresó, y fue el comienzo de un segmento acústico. La elegida para volver fue la hermosísima y aplaudida “Helplessly hoping”. Luego fue el turno de otra diatriba contra la guerra que forma parte de la carrera solista de Graham Nash: “In your name” (nacida del enojo de ver cómo muchos matan en nombre de Dios). Después avisaron que no suelen hacer covers, pues tienen un repertorio propio muy amplio, pero aún así harían uno: “Girl from the North country”, de Bob Dylan, una canción que yo había escuchado cantar a su propio creador en otro gran recital 9 días antes. Naturalmente para un grupo que se caracteriza por sus armonías vocales, sonó mucho más prolija y afinada que como la canta Dylan, pero eso no es lo importante, sino el sentimiento, y la verdad es que sólo ellos (y en particular Stills) pueden cantarla con tanto sentimiento como Dylan. Después avisaron que se venía un cover más, pero agregaron que, con nuestra amplia cultura musical, íbamos a reconocer el tema enseguida. Y la verdad es que no lo reconocí, y me pareció que la mayoría de la gente tampoco. Quizás es porque era un tema de Stephen Stills como solista no tan famoso: “As I come of age”. La que vino después también era de Stills como solista, o más bien de su banda Manassas: la bellísima “So begins the task”. Definitivamente, Stills tiene una honestidad y dulzura en su manera de cantar que lo convierten en un favorito del público, aun cuando, de los tres, es el que menos conserva la voz.
Después fue el turno de “Jesus of Rio”, canción que Nash compuso inspirado en el Cristo gigantesco de Brasil, y que forma parte del repertorio de la dupla formada por Crosby & Nash. Fue un tema poco interesante a mi gusto, pero se redimieron quedándose solos en el escenario para hacer el clásico “Guinnevere”, que mostró una vez más la creatividad de David Crosby tanto para las letras como para las melodías no convencionales (la versión en vivo me terminó de confirmar que el punteo de guitarra de esta canción me fascina mucho más que las partes cantadas). Lo que siguió fue la intimista y épica al mismo tiempo “Cathedral”, que empezó con Graham Nash al piano y luego recibió el aporte de toda la banda. Yo no conocía este tema y me voló la cabeza. Todo lo que siguió fue una recta final llena de clásicos, y cada uno de ellos me tomó casi una sorpresa, porque el concierto había sido tan disfrutable con canciones no conocidas por mí que ya me había olvidado que tenían varias famosas. Esta seguidilla empezó con la apoteosis de la melosidad, que no por eso deja de ser un gran tema: “Our house”. TODOS conocen esta canción, aunque sea por haberla escuchado en ochocientas publicidades. Y sonó tan linda como podría esperarse, con un público en éxtasis. Luego los tipos cuchichearon entre ellos, y Graham Nash avisó al público que habían cambiado de planes con respecto a la siguiente canción que tocarían. No sé qué tenían pensado, pero sonó un rock-blues que arrancó una enorme ovación del público cuando se escuchó a David Crosby entonar las primeras palabras de la canción: “Almost cut my hair”. Sí, un clásico que nos transporta instantáneamente a fines de los sesenta. Y aquí se comprobó más que nunca que Crosby mantiene su voz en perfecto estado, milagrosamente después de tantos excesos de drogas, humo y alcohol. Siguiendo con el espíritu de paz & amor, sonó el tema de la carrera solista de Stephen Stills “Love the one you’re with”, con el que la banda se despidió, aunque era obvio que habría algún bis. Cuando volvieron para alegría de la gente, sonó “For what it’s worth”, que formaba parte de Buffalo Springfield (así es, pudimos corear en vivo aquello de “Stop, now, what’s that sound? Everybody look what’s goin’ down!”). La banda se volvió a ir, pero obviamente todos sentíamos que faltaba algo. En efecto, volvieron y señalaron un cartel que sostenía alguien del público y que evidentemente los ponía muy contentos, pues decía “We taught our children well: they are all here tonight”. Y claro, sonó “Teach your children”.
Y se fueron nuevamente del escenario. Pero todos seguimos aplaudiendo y pidiendo su regreso, así que volvieron sólo ellos tres, con la guitarra acústica de Stills como único instrumento. ¿Dije en alguna otra canción que el público estaba en éxtasis? ¿Y qué palabra uso ahora para la sensación que nos asaltó durante “Suite: Judy blue eyes”, mítico primer tema del primer álbum de la banda? Todos ya estábamos parados y prácticamente bailando de felicidad, y me aventuro a asegurar que cualquier integrante del público sabía que los desconocidos que se encontraban a su alrededor sentían la misma emoción y comunión. Cada frase y armonía vocal fue un hechizo. Como dato triviesco, en el momento en que Stills suele hacer un solo de guitarra, tocó la melodía de “Within you without you” de los Beatles. Ah, y alcanzó el agudo que tenía que alcanzar cuando cantó “It’s my heart that’s dying”. Y cuando se acercaba la parte final, pensé dos cosas. Una: que tararear “du-du-dududú, tup-tup-turúruru” iba a ser el mejor momento recitalístico de nuestras vidas. Dos: que era una lástima que los otros integrantes de la banda no estuvieran, ya que ese momento sería espectacular con batería. Para regocijo mío, apenas pensé esto vi que los demás músicos volvían a ocupar sus lugares en el escenario. Y sí, el momento de ese tarareo final fue tan hermoso y catártico como esperábamos, o más, si eso es posible. Mientras, la serie de palabras en castellano que canta Stills en ese segmento sonó tan a sinsentido lúdico como en el disco original, aunque logré captar referencias a Argentina.
Y sí, ahí terminó todo: dos horas y media de show muy aprovechadas (los quince minutos de retraso y los veintipico de intervalo extendieron todo el evento a tres horas). No se podía pedir NADA más, excepto quizás que vuelvan pronto y hagan un recital tan bueno como este, el mejor que vi en mi vida. Y si creen que estoy exagerando, vayan al link http://www.rollingstone.com.ar/1471219#lectores, no para leer la nota de la revista Rolling Stone sino para clickear abajo “Ver más comentarios” y leer la veintena de impresiones que dejó la gente. Hay uno que hasta dice que estaba viendo a los Beatles en vivo...
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment